Mi reino no es de este mundo
Jn 18, 1 – 19, 42
De rodillas me acerco a tu cruz,
Señor Jesús.
Hijo de David, salvador de mi vida,
ten piedad.
A los pies de tu cruz pongo
todo lo que soy y tengo
confiado en que perdonarás
todos mis pecados, que curarás
mis promesas no cumplidas.
Te veo clavado en la cruz
y confío en que tus brazos
estén abiertos también para mí.
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