Valencia, lunes 18 de marzo de 2019.
He leído el texto de Pedro Zabala (Logroño, 2019) publicado en: "https://www.cristianosgays.com/2019/03/18/actitudes-ante-la-iglesia/", que dice: "Luego estamos los cristianos de la periferia, recogedores del espíritu del Concilio Vaticano II, que intentamos seguir a Jesús y llevar a nuestras vidas y a la sociedad su Mensaje. Nos duele esta Iglesia de muros cerrados, aferrada al “fuera de la Iglesia no hay salvación”, a la división entre docentes y discentes, de clérigos sabios y legos ignorantes. Soñamos con una comunidad de hermanas y hermanos, superadora de la discriminación secular de la mujer, de una visión deformada de la sexualidad y de la alianza con el poder político. Creemos en una organización no piramidal, sino sinodal de comunidades erigidas de abajo arriba, con ministerios temporales, en función de los diversos carismas existentes en la misma y de sus necesidades".
Ojalá pudiera creerlo.
Hace ya tiempo, cerca de dos años, que algo muy importante para mí está muerto. La fe.
Antes "creer" me resultaba fácil. Hoy tengo una luz roja encendida que grita "¡Atención! No seas ingenuo. ¿En qué quieres creer, si no hay nada que creer?". La sombra de la duda es pegajosa y omnipresente.
Haber viajado a India con la esperanza de ser misionero, fracasar estrepitosamente desde el primer día y volver con el corazón deshecho en la tristeza me obligó a plantearme preguntas que nunca antes había querido responder.
Por más que me esfuerzo, lo que antes me resultaba natural como respirar aire, ahora me parece artificial e impostado. La fe que antes no cuestionaba en ningún momento, y sin la cual no habría podido salir del armario en su momento... Ahora me parece un cuento de niños.
Es curioso porque a la vez me contradigo. No tengo fe [como antes], pero tampoco puedo decir en voz alta que no creo en Él. Porque aunque la duda es grande, creo que todavía queda algo. Como un fantasma que se resiste a ser olvidado.
Nunca había experimentado una etapa de duda y agnosticismo tan fuerte... ¿Por qué me ocurre?
Lo he meditado bastantes veces en silencio y he llegado a la conclusión de que es la suma de muchas cosas... Por ejemplo:
-Ver que personas que se definen como cristianas tienen una facilidad contagiosa para calumniar, prejuzgar, condenar y dar la espalda a quien necesita apoyo. Ponen el mismo empeño en desfilar con velas y peineta detrás del Cristo en Semana Santa delante de todo el pueblo, que en guardar rencor secreto a quienes durante un tiempo fueron su único apoyo sincero.
-Ver que personas de otras religiones -o de ninguna-, en sus hechos y ejemplos, viven realmente en el amor.
-En mi viaje a India concluí que la religión (islam, cristianismo, hinduismo) es la mayor herramienta de manipulación del ser humano. Especialmente con aquellos que son ignorantes o con pocos recursos. Aquellos que creen porque viven en el infierno de la pobreza y no tienen otro remedio que su fe.
-Trabajando dentro de la Iglesia, he visto que los religiosos que deberían predicar con el ejemplo, se acomodan no a servir sino a ser servidos. Hacen negocio con Dios, y lejos de ser conmovidos por la fe, son movidos por el dinero. Presumen de santidad, pero no la asumen como propia. Viven del cuento. Empezando por el Papa Francisco, por cada uno de sus cardenales, y terminando en la monja que vende postales en la tienda de recuerdos del Vaticano, S.A.
-Si algún día decido entrar en una parroquia [católica], salgo deprimido. Templos vacíos, oscuros, como museos abandonados, sin un ápice de humanidad ni cercanía. Estatuas de santos iluminadas por falsas velas de luz eléctrica a cambio de una moneda. Bancos donde solamente un puñado de ancianas matan el tiempo de su vejez. ¿Está Dios ahí?
-Respecto a los curas / sacerdotes que he conocido -unos cuantos-... Sin comentarios. Parecen funcionarios [burócratas] de Dios, en el sentido peyorativo de la palabra. Repiten textos memorizados, como el Juez que señala vista para sentencia. Sin un ápice de ilusión. Sin transmitir nada. No les culpo: debe ser deprimente atender solo a cuatro personas de la tercera edad en cada misa...
Pese a todo esto, pese a que siento una pérdida de fe... Sé que nunca podré dejar de creer en Dios. O quiero pensarlo. Es complicado... Quiero pensar que esta etapa de "cuestionarme las cosas" servirá para fortalecer mi fe. Quiero pensar que es como una enfermedad durante la cual el cuerpo fortalece sus defensas para inmunizarse de la siguiente enfermedad.
Necesitaba desahogarme.
Gracias.
Me identifico con este texto de José Arregi (Fuente DEIA - https://www.cristianosgays.com/2019/03/16/en-que-no-puedo-creer-por-jose-arregi/ ):
"No puedo creer en un Dios Ente Supremo y preexistente que habría creado el mundo desde la nada y desde fuera, se habría encarnado plenamente como hombre en el pasado, un “dios” que sería causa y explicación exterior de cuanto es. Pero tampoco puedo creer que solo exista este mundo visible, ni que todos los seres –visibles o invisibles a nuestros ojos y aparatos tecnológicos– que forman el mundo no estén envueltos y habitados, impulsados y atraídos por una energía originaria, una creatividad, potencial, espíritu, conciencia, belleza o amor o misterio más grande que todo, transcendente e inmanente a todo. Y tú también eres El/Ella/Ello.
No puedo creer que el espíritu o la conciencia exista separada de lo que llamamos materia en alguna de sus dimensiones o manifestaciones. Pero tampoco puedo creer que la realidad en su conjunto, ni siquiera eso que llamamos materia, se reduzca a física y química, que de “menos” no esté emergiendo constantemente “más”: vida, inteligencia, conciencia, “espíritu”… en formas inagotables. Santa materia, matriz.
No puedo creer que el ser humano actual, Homo Sapiens, de este maravilloso planeta azul y verde sea la finalidad, el centro o la cumbre de la Tierra, cuánto menos del universo. Pero tampoco puedo creer que ello nos exima del sumo deber de cuidar la comunidad de los vivientes como si fuéramos los únicos responsables. Cuidemos.
No puedo creer que los seres humanos estemos dotados de libre albedrío entendido como capacidad de elegir sin estar determinados. Pero tampoco puedo creer que carezcamos de libertad, entendida como capacidad de ser sujetos de nuestro ser, de asumir nuestras condiciones y de ser más felices y mejores. Eres libre de ser.
No puedo creer que después de esta vida haya cielo o infierno o reencarnación, entendidos como suelen entenderse. Pero tampoco puedo creer que la muerte sea el fin de nada, ni que la Vida haya nacido ni vaya a morir. Vive, y basta.
No puedo creer que las religiones hayan venido del “cielo” ni posean la verdad revelada ni tengan respuestas a las preguntas humanas. Pero tampoco puedo creer que en sus textos fundantes y en su tradición no puedan hallarse inspiración y sabiduría para hoy, si se liberan de dogmas, formas y paradigmas del pasado. Busca.
No puedo creer que necesitemos religiones para vivir más humanamente. Pero tampoco puedo creer que podamos vivir humanamente sin una espiritualidad, sea esta religiosa o laica. Una espiritualidad transreligiosa con o sin religión.
No puedo creer que las religiones tradicionales sobrevivan mucho tiempo en nuestra sociedad del conocimiento y del cambio. Pero tampoco puedo creer que podamos sobrevivir mucho tiempo sin el espíritu o el aliento de la vida. Respira.
No puedo creer que ninguna creencia sea esencial a la espiritualidad ni que nadie deba creer nada que no le parezca creíble. Pero tampoco puedo creer que podamos dispensarnos de confiar en el corazón de la Realidad, para ser lo que somos y crear un mundo mejor. Credere viene de cor dare: entregar el corazón.
Las flores de San José siguen bordeando los caminos de Aizarna, como siempre en febrero. Nuestras creencias han cambiado, pero seguimos siendo peregrinos y preguntándonos. ¿Por qué tanta belleza y dolor? ¿Por qué es todo? ¿Por qué vivimos? No busques la respuesta en ningún dogma. Calla, siente, escucha y camina."