En el monasterios los monjes andaban un tanto divididos, las discusiones eran frecuentes y la paz monacal se escapaba de la comunidad.
Unos querían más vida intelectual y estudio, otras vida sencilla y trabajo en el campo, otros apostolado en las parroquias, otros silencio y ayunos...
En Abad en la sala capitular los contemplaba a todos, tan sumisos y pensaba, nadie diría que son "lobos"... de pronto su voz tronó fuerte y poderosa, ¡Somos libres!... "No somos libres para escoger quién nos engendra, de quién nacemos, quiénes serán nuestro padre y nuestra madre, nuestros hermanos, qué genes se nos transmitirán en la recombinación con la que el puro azar nos marcará desde nuestro rostro hasta el alma... Pero sí somos libres para decidir lo que haremos con ese engranaje único e irrepetible de genes, con sus ventajas y desventajas, con sus potencialidades, posibilidades y limitaciones.
No somos libres para escoger el color de nuestra piel. Pero somos libres para no despreciar ni envidiar al que no tiene nuestro color, también somos libres para respetar, valorar y celebrar los colores de todas las pieles.
No somos libres para escoger nacer en la pobreza o en la riqueza, con la vida asegurada o con la vida escaseada. Pero si somos libres para escoger si compartimos o no aquellos que tenemos, para arriesgarnos o no a luchar para hacer menos desigual el mundo en el que nos ha tocado vivir, para vivir contemplando las injusticias del mundo o poner nuestro pequeño grano de arena y transformarlo...
Santa Pascua florida desde el Vedat de Torrent. YOEL