Volvían de una visita al médico. Las calles estaban repletas de gente: una auténtica marea humana. Entonces el Abad comentó:
¡Cuánto ruido hay en la ciudad! ¿Que necesario es el silencio!
Miró a su acompañante y añadió:
No nos damos cuenta de que un pensamiento nacido del silencio es mucho más poderoso que un largo discurso. La palabra nacida del silencio es más poderosa. El Espíritu de Dios está presente en todo, pero para poder sentirlo hay que hacer silencio en nuestro interior.
Y siguieron en silencio, camino del Monasterio.
YOEL. Valencia.España