Desde niño tenia ilusión por la llegada de la fiesta del pueblo, que se celebra el 15 de enero en honor del Cristo negro de Esquipulas, que con cariño llamaos,"Esquipulitas" por ser una imagen pequeña en su talla.
Había juegos mecánicos en la plaza principal, corrida de toros, bailes, jaripeos, muchos repiques de campanas, recorrido de carros alegóricos con estampa bíblica, muchas bandas de música, Hoy día sigue muy parecido pero las cosas van cambiado con el tiempo, ya no soy un niño... y solo e quedan los recuerdos de la fiesta de mi pueblo. Les dejo la historia de nuestro santo patrón.
Llegada de la imagen del Señor de Esquipulitas a Moroleón, Guanajuato.
Esta es una historia, que a diferencia de la mayoría de las que hemos ido conociendo en este espacio, la del señor del Veneno, El Señor de Chalma, el Señor de la Tercera Orden, el peruano Señor de Taytacha, el Señor de Araró, todos ellos son manufacturados para su culto al inicio del periodo colonial, que abarca la segunda mitad del siglo XVI y la primera del siglo XVII. El que veremos el día de hoy, pertenece ya al último periodo de la colonia, pues llega a Moroleón en el año de 1805.
La historia que escribe don Jesús López López inicia así: “El siglo XIX principió venturosamente para los habitantes de la Congregación, puesto que en el año de 1805 tuvo realización un hecho singular y extraño, así como trascendental cual fue el advenimiento de la preciosa imagen del Señor de Esquipulas, cuya narración tradicional vamos a transcribir al lector tal y como la recibimos y conservamos de nuestros mayores”.
Para ubicarnos mejor, es necesario referirnos al Señor de Esquipulas, imagen de Cristo que se ubica en el pueblo del mismo nombre en Guatemala, muy cercano a la frontera con Honduras y es desde su colación en 1595 el más venerado de toda la región Centroamericana. Este Cristo de Esquipulas guarda también su leyenda, ya que fue esculpido en madera de la riquísima región, donde se encuentran las mejores caobas, pero los indígenas querían que fuera de su mismo color, al paso del tiempo con la continua adoración y centenares de velas encendidas, la imagen adquirió un color más oscuro satisfaciendo así la petición original. Así pues, siglos más adelante, a finales de 1804 encontramos a un misterioso español, del cual no se sabe mucho, solo su nombre, Alonso de Velasco, que viviendo en algún sitio de Guatemala, sabía de la existencia de un templo muy venerado en las riquísimas minas de Guanajuato y fue su deseo mandar hacer un réplica de la Santa imagen del Señor de Esquipulas, de dimensiones cortas, fácil de transportar, cosa que sucedió y por casualidades de la vida, se encuentra, tiempo más tarde en la región chiapaneca del Soconusco, ubicada en la actual frontera de México con Guatemala con José María Aguilar, conocido en la región de la Congregación, es decir, el actual Uriangato y Moroleón.
El profesor López López continua el relato diciendo que “Una calurosa mañana del mes de Mayo de 1805 llegaron al poblado de la Congregación dos caminantes o viajeros, uno de ellos de color blanco y de color trigueño el otro, pero ambos requemados por los ardientes rayos del solo y por el polvo del camino. Era uno de estos individuos un comerciante muy conocido en el pueblo con el sobrenombre de “El hermano Chema”, cuyo nombre completo fue José María Aguilar, mientras que su compañero de viaje era un sujeto extraño y desconocido para la gente del poblado. El hombre blanco entró montado en un potente macho, entre tanto José María caminaba a pie cargando en su espalda una pequeña caja de madera, a la vez que arriaba dos o tres mulas cargadas con tercios de mercancía”.
La razón por la cual la ruta tomada por Alonso de Velasco desde Guatemala a Guanajuato la hizo a través de Valladolid, así como la razón por la cual “Chema” se encontraba en el Soconusco es un misterio, el caso es que llegando a la antigua Valladolid el español estaba, a pesar de sus 35 años, mal de salud, quizá era la dieta rigurosa y esas mortificaciones al cuerpo que los creyentes de esa época practicaban, le deterioró su fortaleza. Acordaron seguir hasta la Congregación, lugar en donde Chema era conocido y hacer una escala para que se recuperara. Fue hospedado en la casa de don Agustín Guzmán, buen amigo de Chema. “Accedió don Agustín de buena gana y con mucho comedimiento salió a recibirlo diciéndole que “era muy bien llegado a su pobre casa. Don Agustín instaló al extranjero lo mejor que pudo, destinándole cuarto y cama, donde trasladó sus escasos menesteres y la caja donde guardaba la escultura”.
Pocos días pasaron y el español sintiendo su próxima muerte hizo un testamento en el cual dejaba todas sus pertenencias a don Agustín, y la caja donde guardaba la imagen la donó al templo del lugar para que la hicieran su Santo Patrono. Falleció auxiliado por los congregatenses y el misterio de este hombre, su origen, su familia, sus razones, se fueron junto con el a la tumba y nunca se supo la razón por la cual se dirigía rumbo al Real de Santa Fe de Guanajuato. De los hechos fue notificado el personaje que desarrollaría, tiempo más tarde, a la comunidad de Moroleón, Fray Francisco Quintana, padre Agustino que se encontraba en Yuriria y de allá llegó para dar fe de los hechos.
Llegado el padre Quintana al actual Moroleón sucede que: “vivamente impresionado el R. padre Quintana ante tan fastuoso acontecimiento declaró a las personas allí reunidas que el advenimiento de aquella augusta imagen de Jesucristo crucificado era patentemente providencial y milagroso, puesto que claramente se veía en tan grato suceso la mano providente de Dios, para que aquella adorable efigie del Redentor quedara en el seno del pueblo de la Congregación, para que se le acogiera amorosamente y se le aclamara con entusiasmo filial “Patrono Principal” del pueblo y para que obedeciendo la última voluntad de su autor y dueño, se le erigiera su iglesia, desde cuyo tronco colmaría de bendiciones y de bienes al pueblo que Dios ponía bajo su amparo y protección”.