Este viernes fui con dos hermanos de camino y fe a Valencia, a conocer una maravillosa comunidad. Pero antes fuimos al precioso Desierto de las Palmas, en Castellón, que ya conocía, pero que esta vez que fui acompañado fue mil veces mejor por poder orar y meditar en medio de un lugar tan imponente y hermoso. Sede de algunos centros carmelitas, estuvimos orando en en las ruinas del antiguo monasterio, destruido por una catástrofe natural. Y es que es verdad, la naturaleza invita a la oración silenciosa y a dejar que Dios acaricie el alma cuando uno está preparado para que eso sirva de algo.
Y el mismo viernes por la tarde-noche, hasta este mismo domingo, conocimos a una comunidad de cristianos LGTB, formada por seis personas, católicas y evangélicas. Comunidad nueva, fresca, alegre, con vocación de ser una simiente y formada por personas como nunca he conocido. Un verdadero milagro y una gozada poder conocerlo.
Comunidad discreta, pero no secreta, ni mucho menos pasiva. Lo que hacen es increíble, en una pastoral alternativa para personas que la necesitan mucho, haciendo mucho bien, y creo que ellos son quienes deberían contarlo. Confío que algún día lo harán. Conocida practicamente de casualidad por una tercera persona, enseguida nos invitaron a conocerlos y su generosidad muestra que llevan el Evangelio dentro de su sangre, en contra de otros que solo lo llevan memorizado en la cabeza, y nada más.
Gracias,hermanos,por el gesto de regalarme "Las moradas", vosotros que sabiais a quién tengo de maestra, (no sé quién os lo dijo) y siendo vosotros también, tan carmelitanos en espiritualidad. No podría recibir regalo mejor en un tiempo como este...
Espero que muy pronto vengais a la ciudad que Pablo pisó en su paso por tierras hispanas... Aquí estaremos, intentando daros tanto cariño, calidez y ofrecimiento como vosotros hicisteis con nosotros. Por supuesto, habrá más veces.