Queda claro que la justicia de Dios no es nuestra justicia. Para nosotros son nuestras obras, las que señalan nuestra retribución. La justicia de Dios, en cambio, es una justicia misericordiosa. Para Él, todos somos hijos únicos. El dueño de la viña, recluta a los últimos trabajadores, no por que los necesita, sino por que nadie les da trabajo y se quedan sin paga.
Una lección clara de esta parábola es, que no debemos ser cumplidores por tener una paga. Si rezamos, cumplimos los mandamientos...para ser recompensados, nos llevaremos una sorpresa. Aquellos que habrán pasado su vida lejos de Dios, Él los llamará y recibirán la misma paga. Todos somos hijos de Dios, y Él no tiene hijos predilectos.
YOEL