El Evangelio nos muestra como podemos perder el horizonte cuando sea el temor a los elementos adversos el que nos motiva a tomar decisiones y no la Fe en Jesús. La temeridad nos puede llevar a desafiar los elementos adversos, pero solo la fe serena en el profeta de Nazaret nos da la fuerza para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades. Al igual que Elías descubrimos el auténtico rostro de Jesús en medio de la calma, cuando el impetuoso viento contrario cede y aparece una brisa suave que empuja las velas hacia la otra orilla.
Estamos expuestos a la permanente acción de vientos contrarios que amenazan con destruirnos; sin embargo el peligro mayor no está fuera, sino dentro de nosotros. Las decisiones tomadas por miedo o pánico ante las fuerzas adversas nos pueden llevar amenazadores fantasmas en los que deberíamos reconocer la presencia victoriosa del resucitado. Únicamente la serenidad de una Fe aunque pequeña y en vaso de barro nos puede permitir colocar nuestro pie desnudo sobre el mar impetuoso.
YOEL