La montaña es el símbolo del retiro, de la soledad, que es donde encontramos a Dios.
Podemos caer en la tentación de Pedro. Como nos encontramos también, hacer tres tiendas y quedarnos allí. Olvidarnos de nuestra vida y quedarnos en un mundo ideal. Esos momentos que podemos llamar "místicos", no son para quedarnos allí. Son para descubrir que nuestro camino espiritual es escuchar a Jesús.
Al bajar de la montaña sólo veremos a Jesús, pero si nuestros momentos de intensidad espiritual han sido reales, lo que veremos es a Jesús en todas las cosas. Llenará por completo nuestra vida y sabremos encontrarlo, además en nuestro corazón, en el otro, en el pobre, en el perseguido. Porque aquel Jesús que se había transfigurado, era el Jesús que murió despreciado por todos, clavado en una cruz, el castigo de los esclavos.
Debemos subir a la montaña, al encuentro de Dios; para después bajar al llano, de la vida ordinaria escuchando y siguiendo a Jesús.
YOEL