Dios había plantado la viña de su pueblo con gran amor. Pero el pueblo le había dado la espalda. Maltrató a los profetas que fue enviando. Y acabó enviando a su propio hijo, al que también habían de matar. Los sacerdotes y fariseos entendieron perfectamente que Jesús se estaba refiriendo a ellos, cuando hablaba de los que querían hacerse dueños de la viña.
Hoy, como ayer corremos el riesgo de creernos los dueños de la viña.
YOEL