Una característica esencial del símbolo “Reino de Dios” es que establece una relación entre la situación histórica y la plenitud definitiva de la salvación. La salvación de Dios tiene signos intrahistóricos que le pertenecen intrínsecamente. Por eso Jesús no utiliza para hablar de la salvación el símbolo “mundo futuro” típica de la apocalíptica, porque supone la sucesión de eones (el “mundo futuro” sucede absolutamente al “mundo este”) y no expresa su interpenetración. Jesús afirma, por el contrario, que la soberanía definitiva de Dios comienza en nuestra historia, está en marcha y pugna por ser reconocida.
Aquí radica una de las diferencias fundamentales entre Jesús y la apocalíptica tradicional. Mientras que para ésta el mundo nuevo viene tras la desaparición de este mundo, para Jesús el mundo nuevo comienza en medio del viejo mundo.
Los milagros de Jesús son la “visita de Dios a su pueblo”: “Todos los presentes se llenaron de temor y daban gloria a Dios diciendo: — Un gran profeta ha salido de entre nosotros. Dios ha venido a salvar a su pueblo.” Lc 7,16; son signos de la llegada del reino de Dios. Es decir, la misericordia, el restituir la plenitud humana a los enfermos, el hacer vivir a los muertos, el devolver su dignidad a los alienados o marginados, el dar de comer a los hambrientos, son los signos reales de que Dios reina en la historia. El Dios de Jesús se manifiesta devolviendo su rostro humano a la sociedad; y la sociedad se transforma y humaniza en la medida en que se acerca al Dios verdadero. La cercanía al Dios del Reino es plenitud humana.
AGUIRRE, R. (2009) Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, pp. 66-67. Verbo Divino, Estella, Navarra.
Cuando perdemos de vista a Jesús, su contexto vital y la sencillez de su mensaje, nos podemos ver tentados a divagar sin sentido, a dejarnos llevar por modas y filosofías ajenas al evangelio. Últimamente es frecuente leer y escuchar acerca del Dios cósmico, del Cristo cósmico, de variados métodos de ascesis, misticismos variados…y no es que considere que per se, sea malo o errado andar en ello. El problema es cuando nos centramos tanto en conseguir esa unión mística con lo divino, que nos olvidamos de la buena noticia, que no es precisamente sobre qué camino escoger para alcanzar la divinidad. La buena noticia, hoy como ayer, es que Dios se ha hecho humano, camina con nosotros, está a nuestro lado, no se encuentra encerrado en templos, objetos, liturgias, conocimientos elevados, métodos meditativos ni filosofías variadas. Está aquí, contigo, conmigo. No necesitamos superar una carrera de obstáculos para alcanzar la divinidad, porque Dios, el Dios del universo, ha querido acercarse y permanecer con nosotros. Esta es la salvación que Jesús nos propone, dejarnos llenar y llevar por Dios, por pura gracia, por su absoluto amor.
Veo a gente que está deprimida, que tiene problemas económicos, familiares, que no tiene autoestima, que padece enfermedades…¿le hablo de que si pone de su parte y sigue no sé qué método alcanzará la iluminación divina? Absolutamente no. La gente sigue necesitando saber que Dios está a su lado, que le protege, le anima, la da fuerzas para seguir adelante cuando todo parece estar perdido, que aguarda cuando le echamos en cara su falta de ayuda, y nos muestra que nunca se ha ido de nuestro lado cuando se nos ha pasado el enfado. No. Jesús no dijo nunca que el universo conspira a nuestro favor si lo deseamos mucho. Jesús mostró el rostro humano de Dios con su cercanía, amor y misericordia y nos dijo: Id y haced lo mismo.
No es éste un alegato contra los místicos, es una llamada de atención para darnos cuenta de que un místico no es un charlatán, ni un vende humo. Los verdaderos místicos siempre han vivido desde la praxis, sin dejarse llevar por sus experiencias espirituales como excusa para no hacer nada. Al contrario, sus vidas reflejan una perfecta simbiosis entre sus experiencias de lo divino y su estar en el mundo: Teresa de Jesús, Francisco, Juan de la Cruz… Ninguna puede ir separada de la otra. De lo contrario, no es necesario seguir a Jesús, cualquier libro de autoayuda nos serviría. No busquemos agua viva en pozos secos. No.
Sin cruz no hay corona de gloria.
Daniel, Asturias
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