Los habitantes de Nazaret se comportaron como seguimos haciendo nosotros: etiquetaron a Jesús. Al principio quedaron admirados, pero pronto empezaron las dudas. ¿No es el hijo del carpintero? y ya no le escucharon más.
Pensemos si hacemos lo mismo. Etiquetemos a Jesús y a los demás.
Nos gusta poner etiquetas. Lo hacemos todos los días. Aquel es de tal secta cristiana, el otro de aquel partido, el otro habla muy afeminado. Ese es un anticuado y el de más allá busca solamente lo novedoso. Tanto en el caso de Jesús, como en el de los demás, eso tiene como consecuencia, que nos quedamos contentos con nuestra tibieza, con nuestra mediocridad y no avanzamos. En realidad, este etiquetaje no es si no una escusa para no cambiar. ¡Qué me van a decir esos! Yo ya estoy bien así.
Nos perdemos la profundidad del mensaje de Jesús y nos perdemos la lectura de los signos de los tiempos que nos señalan los demás, por diferentes que sean de nosotros. En la historia han existido personas clarividentes que no hemos escuchado, incluso hemos depreciado por ilusas, soñadoras...Son verdaderos profetas, hablan en nombre de Dios, aunque lo hagan desde presupuestos lejanos a los nuestros.
Es bueno que tengamos la mente abierta y escuchemos sin prejuicios. A saber reconocer la voz de Dios en todas partes...
YOEL.CG. VALENCIA