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(Señor homófobo, repita conmigo:) YO SOY GAY

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    Loughborough, Reino Unido.
    Martes, 6 de diciembre de 2016.

    En la ESO me di cuenta de que era gay, luego vino Bachillerato, y cuando estaba en segundo de carrera, finalmente salí del armario. Unos meses antes de salir del armario, viví dos experiencias que, como dicen los ingleses, me dispararon. Trigger the action.

    La primera, en diciembre de 2012. Era vísperas de Navidad y había tomado el tren de mi pueblo a la ciudad de Valencia para ir a una clase de refuerzo de matemáticas en la facultad de Economía esa tarde. Ya regresaba de vuelta al andén siete, envuelto en mi chaqueta de esquimal, cuando vi algo que me tocó el corazón. En el mismo andén, a diez metros de mi, dos chicos caminaban en dirección al tren. Iban cogidos de la mano. Nunca llegué a verles la cara porque ellos caminaban delante de mi. En ese momento me sentí miserable. Me odié, me sentí esclavo de mi mismo, de mi silencio, de mis mentiras, de mis dobles sentidos, indirectas, pronombres personales oportunamente cambiados aquí y allá, sonrisas que eran pantallas, maquillaje barato. Y justo en ese momento supe que había tocado fondo. Y cuando uno toca fondo, sabe que todo lo que queda por delante es subir hacia arriba otra vez.

    La segunda, en septiembre de 2013. Había ido de vacaciones a Nueva York. Era mi cuarto viaje al extranjero y apenas chapurreaba inglés todavía. Mi nivel no pasaba del nivel del colegio. Mi tía y mi hermana estaban conmigo. Estábamos paseando en Central Park, en una explanada cubierta por césped y algunos árboles cuyas hojas ya habían empezado a caer. Recuerdo las ardillas correteando a nuestro alrededor y yo extasiado de felicidad, aquel gran viaje a Nueva York era lo más. Y en ese momento, de nuevo, ocurrió. Dos chicos estaban cerca de nosotros, paseando en Central Park. Caminaban tomados de la mano. Algo cambió en mi mente en ese momento. Un mensaje claro y firme: era el momento. Esa noche, empecé a decir en voz baja, en el cuarto de baño de aquella casa en Brooklyn, las palabras "Yo soy gay". Las decía en sueños, en la ducha, en los momentos en que nadie podía oírme. Por primera vez sentí lo que es la libertad. Dejé de sentir mi corazón como algo dividido entre dos realidades y empecé a sentir que todo encajaba, que hacía las paces conmigo mismo. Que no me iba a odiar más. Que estaba a gusto conmigo mismo.
    Meses más tarde, en noviembre de 2013, se lo dije a mi hermana.

    Ella fue la primera persona que lo supo, en el banco de madera frente a la Facultad de Filología de la Avenida Blasco Ibáñez, una noche de noviembre. Y ella fue la persona que en ese momento me abrazó, me sacó una sonrisa y me dijo estas palabras: "¿Y qué? Te quiero igual".
    En diciembre de 2013 lo supo mi mejor amigo. En enero de 2014 lo supieron mis padres.

    Yo siempre he sido cristiano y he tenido muy presente a Dios en mi vida, aunque ha habido años en que lo tuve "a mi manera", que era básicamente, como no tenerlo. Porque dejé de ir a la Iglesia y tomé una manía tremenda a los curas. Pero seguía rezando en mi habitación, en el silencio, con la puerta cerrada. Llegué incluso a olvidar la misa y el padrenuestro. Pero siempre buscaba el diálogo con Dios en el silencio, en la soledad. Y siempre he encontrado ese diálogo. Dios siempre me ha amado, cada día de mi vida. Dios no comete errores. Dios me hizo gay, y junto a ese don, me concedió la gracia de amar la vida con gran intensidad, cada día, hora y minuto que respiro aire.

    He conocido a personas de los cinco continentes del planeta, personas que creen en Dios, otras que no creen, otras que creen en los extraterrestres (verídico), otras que creen en Budah, Alá, y en esos dioses hindúes cuyos nombres nunca recuerdo más de dos horas seguidas. He conocido personas que creen en Dios (o eso dicen) y me han odiado porque soy gay. He conocido personas que creen en Dios y me han aceptado siendo gay. He conocido personas que no creen en Dios y que me han aceptado siendo gay. He conocido sacerdotes que se refieren a los gays con palabras no muy cristianas. He conocido sacerdotes que son homosexuales, algunos abiertamente, otros en secreto. He conocido sacerdotes que tiene manuales sobre cómo curar la homosexualidad. He conocido monjas que abiertamente acogen en su convento reuniones de gays y lesbianas que están fuera del armario y rezan juntos por los derechos de las personas LGTB. He conocido musulmanes que son gays y musulmanes que me odiarían si supieran que soy gay.

    Mis experiencias en cada viaje, en cada conversación con cada persona, cada historia que he conocido, me han llevado a entender que los planes de Dios van mucho más allá de lo que nuestras mentes pueden comprender. Somos hormigas preguntándonos qué hay más allá del borde de la mesa.

    Pero Dios no se equivoca. Su amor por cada uno de nosotros es asombrosamente ilimitado.

    ¿Y por qué mueren de hambre niños? ¿Y por qué los genocidios, los bombardeos, el holocausto, Hiroshima, las dictaduras? ¿Y por qué asesinatos, torturas, violaciones, pederastia, narcotráfico? ¿Y por qué acoso escolar, suicidios, accidentes, mentiras, insultos?

    Nunca voy a saberlo. No creo en el demonio. Ni en el infierno. Creo que Dios nos ha creado libres y responsables, pero por eso mismo, también vulnerables. Y nosotros somos capaces de lo bueno y de lo malo. El demonio somos nosotros. Somos responsables de crear el infierno en Uganda o Iraq, o de crear el cielo en el primer mundo.

    Pero sé que soy una hormiga. Soy solo un hombre. Pero soy un hombre. Soy, ahora. Soy, estoy vivo. Una parte del universo, con un principio y un fin, y aunque no pueda comprender porqué hay mal en este mundo, puedo hacer todo lo posible para que ese universo sea mejor de lo que es. Puedo esforzarme incansablemente por poner amor allí donde hay odio, y alegría donde hay tristeza, como dijo San Francisco.

    Yo sólo se una cosa. Jesús te escucha en tu oración. Él te ama. Dio su vida por ti. (Juan, 3:16).

    Os dejo un alegato a nuestra LIBERTAD. Es precioso.
    https://www.youtube.com/watch?v=ibVlVzGI9y0

    En mi oración,
    JULIO.
    http://erasmusenuk.blogspot.co.uk/

    Publicado hace 7 años #
  2. Daniel Valero
    Miembro

    Gracias por tu testimonio, me ha encantado leerlo.

    Daniel, Asturias

    Publicado hace 7 años #
  3. Alamo
    Miembro

    Bonitas palabras y muy propias para el Evangelio del día. Aunque hay yugo y hay carga, son más ligeros si nos sabemos Hijos de Dios.

    Un abrazo.

    Álamo. Zaragoza.

    Publicado hace 7 años #
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    Miembro

    Loughborough, Reino Unido.
    Miércoles, 7 de diciembre de 2016.

    Hay algo hermoso en compartir un testimonio: el secreto se esfuma, y el miedo pierde su poder. Una vez que te has hecho visible, ya nadie ejerce ningún poder sobre ti. Ya nadie puede chantajearte ni aprovechar tu miedo. Tú te conviertes en el domador del miedo, y lo que antes fue un secreto, ahora es TU ORGULLO.

    Un fuerte abrazo para Daniel y para Álamo.

    En mi oración,
    JULIO.
    http://erasmusenuk.blogspot.co.uk/

    Publicado hace 7 años #

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