La petición es quizás la forma más antigua de la oración que es reflejo de la pobreza y dependencia del hombre y de su confianza en Dios.
Somos siempre seres necesitados, indigentes ante Dios, "somos pobres aunque a veces estemos ricos" (Sta. Teresa).
Se puede pedir a Dios cualquier bien, o el alejamiento de cualquier mal. Pero en el fondo de esa petición que se refiere a personas, situaciones y bienes concretos, el objeto de la petición es lo total y definitivo. Sabemos que lo que pedimos es posible sólo para Dios.
¿Si suprimimos las carencias, suprimimos la petición? Dios ya sabe mi necesidad: ¿por qué he de contársela? Pedir no es informar. Es más. Si Dios no necesita saber nuestra necesidad, nosotros sí, pues lo que no se expresa, no se vive. Además, no rezamos a una "fuerza impersonal"" si no al Dios misterioso y libre que respeta la libertad del hombre y le llama al diálogo sin imponérselo. "La petición, si es auténtica, no pide solo los bienes de Dios, sino al Dios de los bienes.
Hemos de pedir con sencillez y espontaneidad, como el niño que expresa lo que siente (Mt 18, 1-4).
"Hago como los niños que no saben leer: digo a Dios con toda sencillez lo que quiero decirle, sin componer bellas frases, y siempre me entiende....Para mí la oración es un impulso del corazón , una simple mirada, un grito de agradecimiento y amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría. Es algo grande, algo sobrenatural que dilata el alma .
YOEL.C.G. Valencia