Creer en ti, Señor, Amigo y Padre, y no poder decir a nadie la dicha de una prueba convincente.
Tenerte, y no tener seguro que te tengo.
No saber, sobre todo, jamás que tú me tienes:
cómo y cuándo tú mueves las ruedas de mis horas,
cómo y cuándo tú mueves las alas de tu gracia,
cómo y cuándo tú remas la barca de mis sueños.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza