Hola a todos.
Miguel Ángel, GRACIAS por compartir tu experiencia. Para mí ser GAY ha sido una verdadera bendición. Cuando veo a los chicos hetero en la calle, me alegro por ellos y sigo a lo mío. La verdad es que no les envidio. Porque yo puedo caminar por la calle tomando la mano del chico a quien quiero. Puedo conversar con mis amigos, mi familia, y mis compañeros de clase sobre mis anécdotas y mis experiencias. No tengo que fingir, porque simplemente me muestro tal y como soy a los demás, y a quien no le guste, que reviente. En mi tierra hay un dicho que se aplica a esta gente: "Sóc com sóc, i a qui no li agrade, doncs que revente!".
Hace tres años salí del armario porque tomé la decisión de no rendirme. De no conceder ni una sola oportunidad a nadie para que me ofendiera. Me resbalan los comentarios despectivos o groseros. La verdad es que nadie me los dice, porque me hago respetar y voy con la cabeza erguida sobre los hombros, la sonrisa puesta en los labios, y no permito que nadie se burle de mi. Es verdad que la gente no se da cuenta de que soy gay hasta que se lo cuento. Y siempre me ponen la misma cara de sorpresa, de asombro, de estupefacción. Pero consigo hacerme respetar.
Y es tan bello el amor que llevo en mi alma, que creo que el AMOR es la fuerza más poderosa de este universo. Ser gay me convirtió en una persona tímida, pero precisamente porque soy tímido, aprovecho todas las ocasiones que me ofrece la vida para relacionarme con los demás.
Y es aquí donde leo la bendición de la que habla Miguel Ángel y pienso: GRACIAS, SEÑOR, PORQUE SOY GAY. Soy cristiano, y cuando voy a un templo y un cura intenta hacerme sentir ofendido, tomo la ofensa con mis manos, permito que me resbale, que caiga al suelo, y cuando está en el suelo, la pisoteo con gusto. Y salgo del templo con una sonrisa de oreja a oreja. Y la verdad es que la mayoría de sacerdotes católicos que he conocido, siempre me han apoyado y me han valorado aún sabiendo que soy gay.
Además de gay soy muy sensible. Y me resulta fácil y agradable vivir así, porque las cosas más insignificantes para la mayoría de personas, a mi me conducen a una felicidad deliciosa. El vuelo de los pájaros en el cielo, el sonido del viento, el color de los árboles en otoño. Puedo pasar horas contemplándolos y siento una felicidad extraordinaria.
Siempre he soñado con algo: encontrar un chico que comparta mis valores, casarme y formar mi familia. Y mientras ese momento llega, vivo con extraordinaria felicidad cada uno de mis días. Y cada día, cuando rezo, digo: GRACIAS, SEÑOR, POR TU BENDICIÓN.
Un abrazo a todos.
Reino Unido.
Jueves, 20 de octubre de 2016.
VISIBLES.
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