Hace un año que cuatro hermanos recibíamos el sacramento del orden sacerdotal. Nos vinculábamos así a la CAFA y por medio de la promesa de obediencia a las Comunidades en las que Dios nos había sembrado convirtiéndonos en servidores de las mismas.
Os invito a uniros a nuestra acción de gracias a Dios y a que no nos dejéis de la mano, tenernos presentes en vuestras oraciones.
Quiero compartir con todos un texto que, teniendo yo unos 15 años (ya ha llovido), leí en un libro y marco mi vocación:
“Es muy difícil expresar adecuadamente la enorme dignidad del sacerdote, la tremenda grandeza de su vocación. Se le ha dado mucho, pero es también mucho lo que se le exige. Si hay alguien a quien se le haya negado vivir su propia vida, ese alguien es el sacerdote; si hay alguien a quien se le niegue el derecho a tener problemas personales, ese alguien es el sacerdote; si hay alguien a quien le estén vedadas las compensaciones humanas y todo género de egoísmo, ese es el sacerdote, porque “es un hombre que no vive para sí, sino para los otros. Es el hombre de la comunidad” (Pablo VI). No hay oficio más heroico, ni situación más difícil, ni responsabilidad más grande. Pero tampoco hay nada tan alto, tan noble, ni tan abnegado, ni tan apasionante, como el sacerdocio.”
Con mi bendición, un abrazo
D.G.;Zaragoza