Guárdate de pensar que Dios vive alejado e impasible, desinteresado de tus esfuerzos y de tus males.
Creerlo así sería acusarle de ser menos generoso que una gota de lluvia o que una florecilla.
Ni la lluvia guarda su fecundidad, ni la flor su aroma; al contrario, Él está en todo lo que es y cuida de mantener siempre lo que una vez ha querido.
Dios escucha el más pequeño suspiro sincero y acaba toda lágrima que se comienza por Él.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza