Los niños, en el pueblo judío, hasta que no llegaban a la edad de producir, no existían. Los apóstoles, no quieren que Jesús pierda el tiempo con los niños. Jesús no sólo hace que los niños se acerquen a Él, si no que los pone como modelos.
Aceptar el Reino de Dios como un niño, es aceptarlo con sencillez, confiando en la verdad de un camino de lucha por la justicia. Confiar que otro mundo mejor es posible.
Si los moralistas estuvieran casados y con hijos no se preguntarían con tanta insistencia sobre la ley del divorcio.
He sido testigo de las patadas que le daba un niño de la ESO a su padre, porque no quería irse con el. Lo que hace un matrimonio no es la ley, sino el Amor. Lo que hace un matrimonio indisoluble no es un mandato, sino el Amor. El problema radica, en que se llega al matrimonio o a vivir en pareja por conveniencias, por deseo pasajero, por sexo y no por amor. La atracción desaparece con los años y no resulta extraño que desaparezca con las semanas. El Amor no, sólo cambia de aspecto y vence las dificultades.
Los moralistas de las iglesias se deberían fijar en la importancia del Amor y no de la ley.
Bernardo YOEL.C.G. VALENCIA