Frente a la hipocresía religiosa, frente a esa religión de los "perfectos", debemos presentarnos como un grupo de creyentes que experimentamos la misericordia de Dios y no como superiores a nadie.
En realidad, detrás de las discusiones sobre la admisión a la comunión de los divorciados o la inclusión de tantas personas que somos homosexuales en la iglesias, mejor en las iglesias, se visibiliza una lucha entre dos modos antagónicos e irrenunciables de entender la religión.
Solo así se puede entender la vehemencia de las discusiones: las iglesias de los "perfectos" que miran por encima del hombro a los que consideran que no lo son, frente a los seguidores del Profeta de Nazaret, que se reconoce llena de gente sencilla, cojos, mancos, recaudadores de impuestos, prostitutas, nosotros los homosexuales creyentes y no creyentes...Se trata de la misma dicotomía que existía entre los fariseos y el grupito que seguía a Jesús, al que criticaban aquellos por comer "con publicanos y pecadores".
fr. YOEL c.g. Valencia