Toda oración comienza con un heme aquí, Señor, tu siervo escucha. Los maestros de la vida espiritual lo llamaban ponerse en presencia de Dios.
Se trata de cambiar de nivel, dejar el mundo de la utilidad y de los intereses, ara abrirse a la presencia de ese Misterio que llamamos Dios.
Son muchas las actitudes que pueden obstaculizarnos el encuentro, pero ninguna tanto como la actitud posesiva y el permanecer centrados en nosotros mismos, cerrados a los demás, cerrados a la gracia de Dios.
Para entrar en relación con él, la persona tiene que adoptar una postura de disponibilidad y desprendimiento. Con frecuencia la oración está tan llena de nuestras peticiones, necesidades e intereses que no permitimos a Dios entrar en nuestra existencia.
Solo escuchamos nuestras palabras, nuestro ruido. No escuchamos la voz callada de Dios.
Orar exige descentrarnos y abrirnos a su amor. Hacer silencio interior para escuchar su Palabra.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza