Habían tenido unos momentos de oración en una pequeña capilla. Al salir, el ermitaño preguntó al joven:
¿Sabes por que me gustan tanto la capillas pequeñas?
El joven respondió:
- Por su sencillez y la penumbra que hay en ellas.
Sonrió el ermitaño y dijo:
- No vas desencaminado. Hay templos que me distraen, me alejan de Dios. Dios no necesita templos. Esto se lo dijo Esteban a los judíos citando a Isaías: "El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿qué casa me vais a construir? -dice el Señor - ¿Qué lugar para mi descanso? ¿No ha hecho mi mano todo esto?". Todo el mundo es templo de Dios.
Miró al joven y continuó:
-Pero el principal templo de Dios es el hombre. Pablo se lo escribió a los Corintios: "No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?...El templo de Dios, que sois vosotros, es sagrado."
Luego concluyó:
- Está bien que tengamos lugares que nos ayuden a recogernos, a unirnos a Dios. Pero no debemos olvidar que cada persona que se cruza con nosotros es un templo de Dios. Si fuéramos conscientes de esto, nuestra oración sería continua...
YOEL. Valencia