El ermitaño y un acompañante volvías de misa comentando la liturgia. Ese Evangelio en que Jesús vuelve al pueblo de su infancia, adolescencia y juventud, Nazaret y se encuentra en que no creen en El. Dicen: ¿No es este el carpintero hijo de María? ¿No conocemos a su familia? ¿Qué es todo eso que nos dice?
Sentados en un banco de un parque que les servía de descanso a mitad de camino el ermitaño comentó a su discípulo.
- Estamos rodeados de profetas y no los escuchamos.
El discípulo abrió los ojos como platos y preguntó:
- ¿Profetas? ¿Rodeados de profetas?
Sonrió el ermitaño y se explicó:
- Creemos que un profeta es un adivino...No Profeta es quien habla en nombre de Dios. Y como no hemos entendido que Dios nos habla por los acontecimientos y por las personas que nos rodean nos encerramos en nosotros mismos, somos unos eternos incrédulos, preguntándonos, que puede decirnos ese al que conocemos su familia y sus defectos. (Porque de los más cercanos solemos conocer más sus defectos que sus virtudes).
Guardaron silencio un instante los dos. Luego añadió el ermitaño:
- Hemos de estar más atentos a los que nos dicen los más próximos, a escuchar lo que nos hablan los acontecimientos, por extraños que nos parezcan...Dios habla a través de la vida. Es más...es esa la forma que tiene de comunicarse con nosotros...Y por la meditación...Y se levantaron y siguieron su camino.
YOEL. Valencia