En el interior de todas las personas, por malas, malísimas que nos parezcan, hay un punto de "bondad", un punto virgen, en el que tan sólo Dios puede entrar. Si fuésemos capaces de verlo, consideraríamos a todas las personas de otra forma; nos daríamos cuenta de que nadie es perfecto, pero todo el mundo es susceptible de salvación....Thomas Merton lo explica mejor que yo, con su peculiar estilo, en el libro "Conjeturas de un espectador culpable", de donde extraigo este texto:
"En el centro de nuestro ser hay un punto de nada que no ha sido tocado por el pecado, un punto de pura verdad, un punto que pertenece por entero a Dios, que nunca está a nuestra disposición, desde el cual Dios dispone de nuestras vidas, y que es inaccesible a las fantasías de nuestra mente y a las brutalidades de nuestra voluntad.
Ese puntito de nada y de absoluta pobreza es la pura gloria de Dios en nosotros. Es como un diamante puro, fulgurando con la invisible luz del cielo. Está en todos, y si pudiéramos verlo, veríamos esos miles de millones de puntos de luz, reuniéndose en aspecto y fulgor de un sol que desvanecería por completo toda tiniebla y la crueldad de la vida...
No tengo programa para esa visión. Se da, solamente. Pero la puerta del cielo está en todas partes"
(Thomas Merton)