Mi querida СОНЯ:
Nunca leerás esta carta. Aunque pudieras hacerlo, la barrera del idioma impediría que estas palabras pudieran tener un sentido para ti. Pero te escribo porque hoy he encontrado un destello de tu sonrisa en mi buzón. Esta mañana, cuando regresaba de la piscina, encontré a la cartera en la puerta de casa. La mujer de pelo corto y canoso me sonrió y dijo "tengo algo para ti, chico". Reconocí tu letra femenina y pulcra al instante, y mi corazón se agitó aún antes de tocar el sobre con mis manos. Subí corriendo las escaleras, y al fin, tú y yo solos en el sofá, iniciamos nuestra conversación de palabras escritas en el papel mudo.
Me contabas tu reciente viaje a Japón, y en tu forma de escribir yo percibía el tono de tu voz sosegada y amable. Recordaba tu voz, tan familiar y amiga, aunque tú y yo hemos nacido a varios miles de kilómetros de distancia. Miraba las fotografías que habías metido en el sobre, y encontraba tu mirada de mujer libre e independiente en ese papel coloreado. Eras la misma chica soñadora y audaz que conocí hace tanto tiempo.
Aún en la distancia, СОНЯ, siempre siento que tu filosofía es parte de mi forma de vida cotidiana, y eso te hace estar mucho más cerca. En tu carta me hablabas de la noche que tú y yo, frente al lago, expresamos por primera vez de nuestros sentimientos. Yo también recuerdo esa luz fantasmal de la luna llena, tiñiendo de azul los campos desiertos a nuestro alrededor. La quietud negra del lago, el ronroneo de los grillos invisibles, y la belleza de las estrellas que escuchaban nuestra conversación. Recuerdo que te hablé de mi homosexualidad y tú, que vives en un lugar donde esa palabra es todavía una abominable perversión, me escuchaste y me entendiste. Tú me hablaste de amor y de tristeza. Hablamos de muchas cosas esa noche. De perdonar. De aceptar. De amar. Recuerdo el tacto de la hierba escarchada bajo mis manos, y tu mirada preciosa escrutando la infinidad del lago. Nuestros sentimientos, como los sueños, eran tan puros y fuertes que hablaban el mismo idioma. La lengua de la amistad.
En la carta que hoy recibí, sonreí al leer el supuesto poema de Dante del que me hablas. Aquél que él jamás escribió, dicen.
"I am lonely as a tree sitting inside of a tree".
Al leer esa frase, recordé algo. Recordé la tarde en que tú y yo paseamos en aquel bosque. Como los árboles, nosotros éramos también dos almas solitarias. Tu amistad ilumina mi soledad, pero no sólo eso. Me hace sentir orgulloso de ser un árbol solitario. Y a pesar de todo, de los momentos de tibia tristeza, de las experiencias que los dos hemos vivido y hemos compartido en nuestras cartas... A pesar de eso, agradezco a Dios que soy un alma solitaria, pero también libre e independiente.
Casona, un genial dramaturgo español escribió:
"Los árboles mueren de pie".
Y puede que algunas personas, almas solitarias pero con un corazón abierto al milagro de la Fe, también.
Tu amigo, un chico que te abraza en la distancia.
Valencia, 7 de julio de 2016.