Corro. Vuelo. Existo.
Mis zapatillas blancas golpean el suelo de tierra. A mis espaldas, la efímera nube de polvo que levantan mis pies. Delante de mí, el horizonte solitario. Corro, contra la inercia de mi miedo a estar solo, a soportar mi silencio, en el persistente recuerdo de una persona ausente. El viento me roba unas pocas lágrimas, pero yo le robo su velocidad. En mi carrera hacia ninguna parte, cada pisada alimenta la distancia, y aunque no sé dónde llegaré, tan sólo sigo corriendo. Quizá porque no sé qué otra cosa puedo hacer, o quizá porque es lo único que quiero hacer. Correr, para olvidar a un ser amado. Correr, para anestesiar mis sentimientos, y esparcirlos al margen del camino. Correr, para volver a sentir mi sangre en cada fracción de mi cuerpo, y fundir mi piel con el sudor. Tan sólo deseo correr, en mi afán por liberarme del pensamiento y la razón. Que mi alma pueda volar, libre e independiente, más allá del camino. Corro, vuelo, existo, en una soledad que no sé asimilar. Corro. Vuelo. Existo. Urgido por la añoranza de la persona a quien amé. Asediado por el ejército de nuestros recuerdos compartidos. Sintiendo la inevitable soledad, como el sudor en cada poro de mi piel. Corro, vuelo, existo.
Y tan sólo en mi Fe hallo mi fuerza.
Para seguir corriendo.
Volando.
Existiendo.
"La escritura es la voz del alma"
Valencia, 5 de julio de 2016.