Es entonces cuando te despierta el leve pestañeo.
Solo entonces.
No es el fragor de los minutos deseando hacerse un espacio concreto.
No es el frío gélido de la distancia emborronada.
Tampoco la oscuridad del miedo atrincherado tras las costuras del interrogante.
Ni siquiera la violencia de una pasión del alma que desconcierta.
No.
No es nada de eso.
En ocasiones no nos despierta lo grande,
lo alborotador,
ni aquello que aúlla alrededor.
Es más sencillo.
Casi siempre es más sencillo.
Y más breve.
En ocasiones,
pero en muchas ocasiones,
lo que nos despierta es el leve pestañeo que descubre tu mirada
posada sobre nuestro corazón.
Despierta, corazón comunitario.
Ábrete al cuidado de Dios,
Trinidad enamorada que no perdona porque ama,
que ama en su entrega
y que regala a la libertad todo el espacio del tiempo