-Natividad de Juan el Bautista-
No fuiste, Juan, la caña
tronchada por el viento;
sí la palabra ardiente
tu palabra de acero.
En tu figura hirsuta
se esperanzó tu pueblo,
para una raza nueva
abriste cielos nuevos.
Sacudiste el azote
ante el poder soberbio,
y ante el Sol que nacía
se apago tu lucero.
Por fin, en un banquete
y en el placer de un ebrio,
el vino de tu sangre
santificó el desierto.
(Rufino Grández)