¿Y cómo es posible comprender el Amor de Dios?
Creo que el Amor de nuestro Padre es algo intangible, etéreo, imperceptible para la mayoría de nosotros en el día a día. Y sin embargo, existe. Está ahí. Él está presente en los rayos del sol y en el silencio de la luna. No importa en qué etapa del camino uno se halla, pues en todas partes existe inmanente el Amor de Dios, como un tenue soplo de brisa que acaricia el rostro.
Vivir hoy por hoy se ha convertido en todo lo contrario, lo opuesto a la vida. Caemos en la trampa de etiquetar a los demás y a nosotros mismos, juzgarnos, compararnos, y frustrarnos. Alimentamos nuestro ego a través del menosprecio del prójimo. Danzamos al ritmo artificial de la música que otros nos imponen, y somos incapaces de detenernos por un instante a buscar nuestro silencio interior, escuchar nuestra propia voz, y buscar en ella el Amor de Dios.
Nos engañamos de forma inconsciente pero cierta, cada vez que cerramos nuestro corazón con las llaves de la pobreza de espíritu y la riqueza de lo material. Pues debería ser al contrario, y de esa manera podríamos realmente vivir en el Amor de Dios.
Dejaríamos de esforzarnos por acumular títulos y posesiones, y requerir el amor de otra persona. Así, sólo así, seríamos capaces de contentarnos con el Amor infinito y misericordioso de Dios Padre. Ojalá vivamos enamorados, pero no de una persona, sino de la Esperanza que Dios deposita en nuestro corazón. Con esa fuerza interior seríamos capaces de tener el corazón lleno y las manos vacías, libres de posesiones y personas a las que aferrarnos para enmascarar nuestros miedos, temores y soledades.
El Amor de Dios es la medida del amor que cada cual es capaz de dar al prójimo. Un amor que no se desmiente ni por un instante, dice D.G., y por tanto, un Amor por el que merece la pena cada paso del camino.
Un abrazo y mucha paz.
Valencia, 20 de junio de 2016.