Subió el Abad Ferran al autobus. A la parada siguiente subió un indigente, sucio, despeinado, y con una bolsa sucia de dudoso contenido...Dos señoras normalitas de los que están llenos los autobuses urbanos, estaban sentadas enfrente se levantaron inmediatamente buscando un lugar más alejado de allí.
Viajaba en el Bus una monja vieja, arrugada, de las que nadie hace caso, puede que incluso ni en su convento, observando lo que ocurría, se levantó y fue a sentarse frente al indigente y el Abad; Ferran con una sonrisa conciliadora pensaba para sus adentros...
- Menos mal que todavía quedan personas que saben reconocer a Jesús cuando sube al autobús...
Buen domingo a @ YOEL. Valencia.