Admito que el título de este post no es demasiado esclarecedor, es el del un libro que a mi parecer es el mejor estudio sobre la figura de Federico García Lorca y que de paso os recomiendo, pero de vez en cuando ciertas palabras que no parecen tener relación entre sí acaban conectando de un modo curioso. La culpa de todo lo tiene un texto del Quijote que estaba en una marquesina. Decía así: “Porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son”. Y, aunque Cervantes igual no lo sabía, la Escritura está de acuerdo con él en el efecto dañino de este sentimiento cuando le damos rienda suelta porque en la Biblia lo contrario a la fe no es la increencia (que es impensable) sino el miedo, que nos “turba los sentidos” interiores y siembra de dudas y desconfianza nuestra vida.
Quizá no se trata de que los molinos se conviertan en gigantes contra los que luchar, pero sí que el temor nos puede abocar (si le dejamos) a dejar en un segundo plano la certeza de que su Presencia nos da la confianza suficiente para dar, al menos, el paso siguiente. Creo que a nosotros también nos hace falta un poco de esa intuición del ingenioso hidalgo para reconocer que el mayor riesgo que nos acecha no es ni que las jerarquías no nos acepten, ni las decisiones políticas… El peligro mortal que nos ronda es que el miedo vaya turbando nuestro sentido de fe (que no siempre se parece a ese “sentido común” que acaba pactando con los temores y nos hace parecer “razonables”) lo suficiente para hacernos olvidar que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo… aunque esa Presencia sea discreta y escondida, bien en los recovecos de lo cotidiano, o bien en un trozo de pan partido y compartido.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza
