¿Quieres no dejar de orar? No dejes nunca de desear…
Y así, hazte hueco de deseo para que Dios se cuele, el Abba de Jesús. Un hueco infinito, no un espacio único para ti solo. Repite “Abba”, Padre, nuestro.
Jesús nos enseña a orar. No sabía hacer nada el Maestro sin ese tiempo de oración, y así nos lo encontramos muchas veces en los evangelios, orando, invitando y enseñando a orar. Quedaba patente su libertad y tenía claro de dónde le brotaba la fuente, cuál era el origen de lo que vivía y por eso necesitaba alimentarlo, mantenerlo. No es infrecuente verlo desaparecer, alejarse de las muchedumbres que lo requerían y esconderse en un lugar tranquilo y solitario para confrontarse con su Padre.
Los discípulos observaban, día a día, que a Jesús se le transformaba el rostro cuando oraba. Algo sucedía en esos momentos, algo único, fuera de su alcance. Finalmente deciden preguntar al Maestro, “Señor, enséñanos a orar”.
Hoy también expresamos esa misma petición.
Señor, enséñanos a orar,
que se nos cambie el rostro como a ti,
que se nos enternezca el corazón como a ti,
que sepamos mirar como miras tú.
A ti todo te lo ha dado tu Padre, por eso, enséñanos a orar.