Tradicionalmente, la Iglesia (Comunidad de bautizados) ha orado al Espíritu Santo de una forma muy sencilla.
Se le invoca para que venga e inspire nuestra oración; una vez invocado al principio de ella, él sigue haciendo su obra en nosotros.
El ora en nosotros (Rm 8, 26), pronunciando en nuestro corazón dos brevísimas oraciones: "Abba, Padre" (Rm 8, 15) y "Jesús es Señor" (1Co 12, 3).
Nos hace entrar en una relación personal con Dios como Padre, y nos hace vivenciar a Jesús como el Señor de nuestra vida, al que pertenecemos eternamente.
Invocamos al Espíritu Santo cuando nos sentimos desorientados, perplejos, cobardes, agobiados, cansados...
Él es energía de vida.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza