Tenemos que mirar más al Señor y menos a nosotros mismos. Cuando todo gira en torno a nuestro propio yo, qué difícil es cambiar de vida.
Todos tenemos que besar algún "leproso" como Francisco de Asís, o dejar conversaciones de "locutorio" como Teresa de Jesús, o vender el "haz de leña", como Juan de Dios en la plaza de Granada.
Convertirse es cambiar el mundo del corazón hacia el infinito que es Dios.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza