No podemos seguir a Jesús si no aceptamos su cruz.
"El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los que van a la perdición; pero este mensaje es poder de Dios para los que vamos a la salvación. Nosotros anunciamos a un Mesías crucificado. Esto les resulta ofensivo a los judíos, y a los no judíos les parece una tontería" 1 Cor 1,18.23 (DHH)
Cuando nos quedamos con un evangelio del triunfo, de la exaltación, del poder, nos olvidamos del camino trazado por Jesús. Israel esperaba un mesías libertador político que restaurara la soberanía nacional a sangre y fuego. Jesús, sin embargo, no quiso ser ese tipo de rey absoluto. Prefirió el camino de la denuncia, de la misericordia, del amor, de la resistencia al mal mediante el bien. Determinó llevar su misión hasta las últimas consecuencias. Podía haber unido sus fuerzas a quienes luchaban contra el imperio con las armas, podía haber buscado la aniquilación de sus enemigos, pero no lo hizo. Siguió denunciando la hipocresía, la falsedad del sistema religioso, la maldad de quienes ejercen su poder oprimiendo a los débiles, del sistema-mundo.
Su apuesta le costó muy caro. Abandono, soledad, injusticia, tortura, ejecución. Sufrió el final de un sedicioso, de un terrorista, de un peligroso para el sistema. Esa es la realidad sin adornos.
No podemos esperar mejor trato si seguimos su camino.
Enseñar un evangelio exclusivamente triunfalista, negando el inevitable camino de la cruz que debemos transitar, es engaño. Puede ser una especie de "coaching espiritual", nociones de autoayuda, normas y bases pseudorreligiosas, pero no es el camino de Jesús. Una comunidad cristiana que no es impelida a salir de su zona de seguridad, que se siente segura de sí misma, que no cuestiona los mecanismos de opresión, que no busca la transformación de sus miembros en nuevas criaturas del Reino, podrá ser muchas cosas, pero no cristiana.
Jesús dice: nadie tiene más amor que quien da su vida por sus amigos. ¿Estamos dispuestos a ello?
Daniel, Asturias