A ti dirijo mi súplica, buen Dios, en esta primavera que no florece.
No te canses, Señor, espera otros tres años más, o los que sean necesarios.
Yo hoy soy higuera que no da fruto, que sólo aparenta y está llena de espléndidas hojas y grandes ramas. Sé que vienes una y otra vez a mí, buscando el fruto, el resultado de la semilla que colocaste un día lejano. Aún no, mi pereza, mi infidelidad, mi miedo… tantos obstáculos coloco que es imposible que la savia me nutra de verdad hasta que explote mi vida en un fruto.
Pero sé que eres paciente hortelano más que guardián ávido de encontrar resultados. También sé que tu sueño es que yo dé fruto, grande o pequeño, sé que tu deseo es que de mí brote un surtidor de vida.
En ocasiones soy higuera estéril, pero tú riegas con paciencia, y le pides al tiempo y a la existencia que prolongue los minutos para que yo me dé cuenta y reverdezca y brote. No me pides cuentas, no crees que ocupe un espacio que hago inútil.
Será mi propio camino, mi propio esfuerzo quien marque el resultado de mi vida.
Pero tú continúa viniendo a mi tierra, observando amorosamente si despuntan mis brotes. Te paciencia, no te canses, en lo oscuro del invierno está escondida la semilla de la primavera.