De niño yo creí que todo era
como la sangre que en mi pecho ardía.
Que vivir era un chorro de alegría.
Que crecer era un sol de primavera.
De niño yo creí que bastaría
con sonreír para que el mundo ardiera.
Que bastaría con que yo tuviera
el alma en pie para que fuese mía.
Y ahora estoy en esta encrucijada
que no sé dónde acaba y dónde empieza,
laberinto del todo y de la nada
donde flota, entre sombras, mi torpeza.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza