Llega un momento en la vida que tienes la sensación, de que el brillo del sol está más apagado, que los niños son más ruidosos y los jóvenes más agresivos. Tal vez notas que subes con mayor lentitud las escaleras, que el cabello pierde su fuerza, que los días son más largos y las noches más cortas.
Todo sigue ilusionando igual.Quizá lo primero que cambia es que los nuevos proyectos se cifran ahora a plazo más corto; que los placeres comienzan a ser más escasos ¡tan escasos! que la ambición se amortigua: que en los encuentros familiares o entre amigos, observas que la gran mayoría, cuando no todos, son más jóvenes que tú. Nada ha cambiado y, sin embargo ¡ es todo tan diferente! ¿Y que hacer? Lo primero es ajustarse uno mentamente. Hay que aceptar la realidad y aprender a vivir con ella. Mentalmente hay que admitir que hay nuevas generaciones que nos empujan hacia un lado. Espiritualmente es la hora de la autenticidad, no valen máscaras, hay que desterrar los tópicos,plantarle cara a la verdad.
Si afrontamos los primeros avisos con sabiduría, podemos comprobar que también existe un presente. Un presente que todavía puede aportarnos grandes satisfacciones, tal vez mayores que las que hayamos podido disfrutar en épocas anteriores.
Ahora sabemos que eso de "matar el tiempo" es uno de los crímenes más nefastos; hemos de cuidarlo con esmero y sacarle todo el provecho que nos sea posible.
Yoel. c.g. Valencia.