Cuando aquellos hermanos que son felices contándonos sus logros,su vida,lo estupendo que es su novio.... y nosotros estamos a dos velas, sin novio y sin perro, su felicidad se convierte en algo verdaderamente insoportable. Un sentimiento de felicidad puede herir sin tener mala intención: Jesús describe en una parábola la felicidad de un rico "que todos los días celebraba esplendidos banquetes" sin ni siquiera darse cuenta de que el pobre Lázaro se sentaba a su puerta (Lucas 16, 19-21).
Llorar vale más que una felicidad así. Y, ¿cómo Pablo puede escribir: Estén siempre alegres" Filipenses 4,4) Si hay felicidad que hiere, también hay tristezas que duelen. Cuando estoy abatido, no espero que las personas cercanas a mí me agobien con sus tristezas, añadiendo malestar al mío. ¿Que hacer entonces cuando otros sufren? ¿Seguir alegres, a riesgo de herir con nuestra felicidad a aquellos que NO son felices? ¿O estar tristes, a riesgo de que nuestra tristeza se añada al malestar que ya de por sí es difícil de sobrellevar?.
No permitirse ser feliz cuando otros sufren podría conducir a un desaliento común. Podemos hacer algo mejor por aquellos que son desgraciaditos. Una de las cosas más valiosas que podemos hacer, es nuestra lucha oculta para mantener la alegría que radica en la bondad y comunica fuerza y coraje.
YOEL.c.g. Valencia