Es casi anacrónico este silencio clavado en la alborada.
No está acorde con los tiempos tanta calma y tanto sosiego.
Mi alma amanece sorprendida, y te digo:
Quiero poner mi corazón a tu servicio.
Quiero enamorarme de ti”
Quiero poner mi corazón a tu servicio, Señor. Quiero enamorarme de ti.
Quiero enamorarme de ti, Señor. Derramar en ti todo este amor que aún no he dado, toda tu belleza que guardo en mí, avergonzada; tanta poesía y palabras ciegas que no saco, porque son breves, porque no llegan, porque me apuro toda.
Quiero decirte, ahora que vuelan las campanas entre esa bandada de golondrinas y no voy a oírme, que mi corazón vuela con ellas al ritmo seguro de tu voz segura.
Pero quiero decirte que la duda me sale por cualquier esquina, y a veces desayuno con ella, y que la enormidad de lo que sospecho eres atolondra mi consciencia.
¿Quién eres, Señor? ¿Qué eres? ¿Quién eres para ser capaz de hacerme vivir buscando?
A veces me desespero porque no encuentro las palabra, tan intensas, que narren mi desazón. El sentimiento, la emoción, supera cualquier significado, vas más allá de todo vocablo y hasta el silencio calla mientras espera sin hacer ruido. Es el límite que tú no tienes. Es el límite que yo poseo.
Quiero enamorarme de ti, Señor, y atravesar a tu lado, como la bruma, todo el tiempo del que dispongo, las noches y los días, las estaciones vivas y los sueños perdurables.
Quiero enamorarme de ti, Señor, comenzar el día contigo, manando con las demás criaturas a la nueva mañana. Y recorrer el reloj, jalonados mis pensamientos con tu recuerdo, hasta el ocaso en el que me sumerja con el sol en la espera y el desafío.
Quiero enamorarme de ti. Esto de vivir lleva mucho tiempo y a mí me da miedo equivocarme en el primer cruce, tomar el camino errado y no saber volver. Creo que contigo será más fácil reconocer la senda buena, si tú me agarras fuerte de la mano.
Esta noche me colocaré ante el cielo, desnuda de mí, y me quedaré muy quieta, con los ojos muy cerrados, con el corazón bien abierto. Quizás logre ver una estrella fugaz y pueda así pronunciar lentamente, casi balbuciendo, un deseo:
“Señor, quiero enamorarme de ti, quiero poner mi corazón a tu servicio”