Preciosa lectura la que hoy nos regala la Iglesia en la Eucaristía.
“Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”. Contesté: “Aquí estoy, mándame”.
Y así desde el entusiasmo de Isaías, Dios ha ido preguntando a cada generación de creyentes: ¿A quién mandaré? Así, humilde y claro. Un “te necesito a ti” sincero y directo al corazón.
Y miles y miles de creyentes han respondido: Aquí estoy, mándame.
Hoy resuenan las palabras de, por ejemplo, Etty Hillesum:
“¡Dios mío, tómame de la mano! Te seguiré de manera resuelta, sin mucha resistencia. No me sustraeré a ninguna de las tormentas que caigan sobre mí en esta vida. Soportaré el choque con lo mejor de mis fuerzas. Pero dame de vez en cuando un breve instante de paz. No me creeré, en mi inocencia, que la paz que descenderá sobre mí es eterna. Aceptaré la inquietud y el combate que vendrán después. Me gusta mantenerme en el calor y la seguridad, pero no me rebelaré cuando haya que afrontar el frío, con tal de que tú me lleves de la mano. Yo te seguiré por todas partes e intentaré no tener miedo. Esté donde esté, intentaré irradiar un poco de amor, del verdadero amor al prójimo que hay en mí”.
La lista de enamorados de Dios es enorme y gracias a ella el mundo es un lugar lleno de esperanza y de luz. Personas que han comprometido su existencia y se han lanzado al seguimiento. Personas anónimas, como tú, como yo, que tienen el corazón en pie, deseoso de responder, como Isaías:
¡¡Aquí estoy, mándame!!