Jesús es sorprendente, por lo menos a mí a veces me deja sin habla. La libertad de la que goza es admirable. La gente se burla de él, le acusan, le dejan de lado, su familia cree que está mal de la cabeza,… y él,… nada, hacia adelante, fiel, eternamente fiel. Cuando le aplauden y le vitorean se esconde, cuando lo buscan para apresarlo se entrega, cuando le niegan sus amigos él da su vida por ellos…
Esa debe de ser la libertad de los hijos de Dios, la que da la fidelidad sin condiciones a la voluntad de Dios. Nos anima, nos invita, a ser sus hermanas, su madre, su familia (Mc. 3, 31-35). No es una oposición, no hay notas ni límite de plazas, únicamente pide que cada uno, que cada una, cumpla con la voluntad del Padre. Y ahí está lo mejor, porque la voluntad de Dios para cada cual es que sea feliz. Pero no una felicidad del momento, hueca, de aire. Dios no juega con nuestra existencia, lo quiere todo, quiere la vida plena para cada una de sus criaturas.
No te engañes, ni te autojustifiques, ni te escondas; más bien, confía, escucha el susurro de su voz pausada, fiel y vibrante. Ponte en sus manos y sigue el camino que te propone, pero hazlo con valentía, sin medias tintas.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. (Sal. 27)
¿Complicado?, más bien digamos que es un compromiso, un entrega de las de verdad, a corto y también a largo plazo. Pero él no duda de nuestra capacidad, simplemente nos da la posibilidad de elegir.
¿Qué eliges?