Hoy te he oído, Señor, en el silencio, en la tranquilidad de la noche
en la voz de los que hablaban, en el fragor del tráfico,
entre los gritos de los niños; pero no te he prestado mucha atención.
No estoy acostumbrado a encontrarte entre la gente, en todas partes;
aunque sé de sobra que tú estás ahí y que me hablas
y que me esperas y que no me dejas en paz.
Pero tengo problemas de oído; no acabo de saber muy bien
qué quieres comunicarme, qué quieres de mí.
¿Qué me vaya contigo? Si tengo que serte sincero, me lo temía;
sé que lo único que me pides es que sea fiel a tu llamada,
que viva según mis cualidades y las ponga al servicio de los demás.
Y que mi vida sea una vida digna de los hijos de Dios.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza