Es muy raro en nuestros días oír predicar sobre la felicidad. Hace tiempo que ha desaparecido del horizonte de la teología. Se ha olvidado, al parecer, aquella explosión de gozo que se vivió en el origen del cristianismo de la mano de la apóstol María Magdalena... La impresión global que damos los cristianos de hoy es la de una fe que estrecharía y angustiaría la vida del hombre... La acusación de Nietzsche es, con frecuencia cierta. No tenemos la cara de "redimidos".
Un abrazo y feliz domingo
D.G.;Zaragoza