No existe más receta para orar, que lanzarse en fe a los brazos del Padre.
No es cuestión de técnica sino de amor;
es más bien presentar a Dios nuestra pobreza,
haciendo silencio en tu corazón.
No seremos hombres y mujeres de oración mientras no estemos
ratos largos "a solas, con quien sabemos que nos ama".
El Señor irá transformando tu corazón orante.
Vive en la paz del que se siente amado.
No compliques tu oración con razonamientos estériles;
sencillamente, ábrete a lo inesperado de Dios,
sin más fuerza que la que brota del amor incondicional de Cristo.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza