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Homilía en las ordenaciones

(8 mensajes)
  1. Jordi V
    Miembro

    Hermanos y hermanas,

    Me gustaría compartir con vosotros y vosotras la homilía que hice en la celebración del inicio del ministerio presbiteral de nuestros cuatro hermanos al servicio de la Comunidad Apostólica Fronteras Abiertas.

    Homilía en las ordenaciones de Javier, Fernando, Daniel y Koldo
    Zaragoza, 12 de octubre de 2015

    Jn 15, 18-27

    “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mi primero”. Y así el verbo odiar sale hasta ocho veces en el texto que acabamos de proclamar. Cuanto odio, no?

    Creo que debemos tener presente que cuando el redactor de este texto estaba escribiéndolo se habían desencadenado las persecuciones contra las comunidades cristianas. Y las comunidades de Juan estaban asustadas y perplejas. “Nuestro entorno nos odia”, “el mundo nos odia”, “¿qué hemos hecho para merecer esto?”, como diría Almodóvar. De ahí que el redactor ponga en boca de Jesús todo este discurso: No estamos solos, porque a Jesús también le odiaron.

    Él, Jesús, nos eligió “de entre los que son del mundo y por eso el mundo os odia, porque ya no sois del mundo”. El primer significado, el más diáfano, es que el mundo son los que nos persiguen, como le persiguieron a Él. Pero ahondemos un poco más. Nosotros formábamos parte del mundo hasta que llegó Él y nos eligió, y nos sacó de ahí. De dónde, exactamente? Y lo que quizás sea más importante para nuestra celebración de hoy, hacia dónde? Si ya no somos del mundo, de quién somos?

    En el catecismo nos enseñaban que los tres enemigos del hombre eran “el mundo, el demonio y la carne”. Y a lo largo de nuestra vida en la iglesia hemos leído y escuchado auténticas barbaridades sobre lo que significa combatir a estos tres enemigos. Y también hemos podido escuchar y leer auténticas barbaridades sobre las personas a quienes se encomienda un ministerio, como hoy vamos a hacer con vosotros, y sus “cualidades” que les hacen estar fuera del mundo. Como si por el solo hecho de imponerles las manos pasasen a ser una especie de personas de un nivel superior al del común de los mortales.

    Así pues, hoy, antes de encomendaros el ministerio del presbiterado, me gustaría reflexionar con vosotros sobre qué entiendo por “mundo”, este mundo que a partir de ahora os va a odiar un poco más, tal como odió a Jesús.

    El sacramento que hoy celebramos, como todos los sacramentos, no es otra cosa que un signo visible del amor incondicional de la divinidad sobre todos nosotros y nosotras. Hoy se va a manifestar este amor inmenso sobre vosotros, para apartaros del mundo y haceros instrumentos privilegiados de la misericordia divina.

    Qué dejamos atrás, pues, con el mundo, “sus obras y sus pompas”, como repetimos tantas veces en la profesión de fe? Veamos.

    En primer lugar, dejamos atrás los criterios inhumanos, paganos y las consignas contrarias a la dignidad de las personas. El mundo que criticó Jesús de los escribas y fariseos, de los grandes sacerdotes, de los prepotentes de la religión y de la política. Un mundo que deshumaniza a las personas, a la sociedad y a la religión. El mismo mundo que asesinó a Jesús calvándolo en la Cruz.

    En segundo lugar, dejamos atrás el mundo de los juicios y las condenas. Porque vamos a amar radicalmente, como Dios nos ama, como Jesús amó, a las personas pecadoras, a las marginadas, a todas aquellas que son consideradas escoria. Porque en ellas está el Reino que anunciaba Jesús. Porque, como Él mismo decía, “no he venido a para condenar al mundo, sino para salvarlo” (Jn 12,47).

    Fijémonos pues en que el odio de que hablábamos al principio es unidireccional: del mundo hacia nosotros, como lo fue del mundo hacia Jesús. Él denunció la hipocresía y la inhumanidad (sin odiarla) pero amó profundamente a aquel mundo que le odiaba.

    En tercer lugar, dejamos atrás el mundo de lo inmanente, de lo establecido, del cálculo, de la ciencia exacta. Porque nos ponemos en manos de lo inesperado, de lo trascendente, de lo gratuito, de todo aquello que no se puede medir. Porque nos sorprenderemos cada día, cada hora, cada minuto, con las maravillas que Dios nos pone delante. Porque para la divinidad todo es posible.

    Finalmente, dejamos atrás el mundo del orden y de la mesura, el mundo de lo respetable, el mundo de lo previsible. Porque con Jesús nada es ordenado ni mesurado, nada es respetable, nada es previsible. Recordemos las palabras del Apocalipsis: “Ya hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

    Con todo ello habréis visto que dejamos atrás el mundo establecido para entrar en el mundo divino, el mundo de Jesús, “un mundo raro”, como dice el bolero.

    Supongo que a estas alturas a nadie se le escapa que lo que estoy describiendo no es otra cosa que un mundo profundamente “queer”. Muchos de vosotros me habéis oído hablar de ello alguna vez. “Queer” es esa palabra que en el mundo anglosajón significaba “torcido” o “rarito”, y que los movimientos de liberación gay de los ochenta utilizaron de forma orgullosa y reivindicativa para denominar todo aquello que les caracterizaba en contraste con la sociedad que querían cambiar. Lo que era un insulto o un término peyorativo sería a partir de ahora una palabra de liberación. “We are here and we are queer. Get used to it”, “Estamos aquí y somos queer, acostúmbrate a ello” gritaban por las calles. Somos los “torcidos” y los “raritos”, y queremos torcer y remover vuestra sociedad tan previsible, tan hipócrita, tan estructurada, tan dominada por las estructuras de poder.

    Y para mí no hay ninguna duda de que el mensaje, la vida y la obra de Jesús es una iniciativa profundamente “queer”, profundamente “rarita” y “torcedora” del mundo establecido por el poder, la hipocresía, la dominación y la injusticia.

    Porque efectivamente, Juan pone en boca de Jesús una frase que va dirigida a todas nosotras: “el mundo os odia porque ya no sois del mundo”. Cada uno de nosotros ha dejado atrás el mundo de la hipocresía de los escribas y los fariseos, el mundo del poder de los grandes sacerdotes y de los prepotentes de la religión y de la política, el mundo de los que juzgan y condenan, el mundo de los calculadores y mesurados, el mundo de los respetables, los previsibles. Y como lo hemos dejado atrás, este mundo nos odia. Somos y queremos ser los “raritos”, los que cuestionan y tuercen la dinámica mundana. Porque no queremos ser de este mundo. Porque hemos visto al Señor y al mundo nuevo que vino a establecer entre nosotros.

    Este mundo nuevo, el Reino, ya está entre nosotros. Y nuestra tarea, no sólo de los ministros ordenados sino de todas las personas que nos consideramos seguidoras de Jesús, es hacer presente este mundo nuevo con nuestras acciones. La palabra, el discurso, la predicación es importante, pero sin acción, sin denuncia profética, quienes nos rodean no van a ver nada.
    Somos y queremos ser “raros”, porque con nuestra palabra y con nuestra vida demostramos día a día que nada es previsible, que todo es nuevo. Y para ello tenemos con nosotros al “defensor, el Espíritu de la verdad” que Jesús envió a sus amigos y que a través de los sacramentos todos nosotros hemos recibido.

    Todo ello va a hacer que “nos persigan”. Pero tenemos a aquel a quien persiguieron, clavaron a una cruz y mataron que va delante nuestro, y a quien el Padre “levantó de entre los muertos”.
    Ánimo, pues, porque el camino que iniciasteis con el Bautismo sigue adelante, acompañados de una multitud de santos y santas, conocidos y desconocidos, que a lo largo de los siglos nos han precedido, y que dentro de un momento vamos a invocar.

    Dejadme terminar estas palabras con un fragmento de un delicioso libro de Blai Bonet, “Evangelio según uno de tantos”. El autor imagina que Jesús habla con un joven que está al pie de la cruz. Le dice Jesús: “Todo es posible, menos ponerte públicamente de mi parte sin que te pase nada. Si no te pasa nada es que de tu vida haces prudencia, cálculo de probabilidades… Mírame: verás que la paz no tiene nada que ver con la tranquilidad…”

    Que así sea!

    Publicado hace 9 años #
  2. Algunos hermanos me han pedido que comparta mis primeras palabras como presbítero en este Foro. Personalmente me da un poco de vergüenza pero por si sirven y en obediencia a mi Comunidad aquí las dejo:

    El 10 de octubre de 1984, hace 31 años y 2 días, en la av/de los Pirineos de esta ciudad ponía el Señor en mi corazón y en mi alma la semilla divina de la vocación sacerdotal. Y como si de la historia de Jonás se tratara me dedique a ir en dirección contraria, pase la noche oscura en el vientre de la ballena y por fin dejado en mi Nínive de lo cotidiano para llegar aquí.

    Todos tenemos la experiencia de que Dios preside nuestra vida, y que escribe en ella retazos que, a veces, al cabo de los años vamos comprendiendo su sentido. En mi caso podría resumirlos así:

    • El dolor me enseñó a sentarme y mirar.
    • La piedad me enseñó a comprender.
    • El amor me enseñó a perdonar.

    Y es que muchas gracias definitivas han tenido una larga historia, una profunda preparación por parte de Dios; preparación tan discreta y amorosa que, a veces, podemos confundirla con sucesos naturales, con acontecimientos normales.
    Dios es el centro del momento presente de toda persona; por lo tanto, ningún ser humano es corriente. Cada uno ha sido creado de una forma única por Él y de toda forma única ha sido llamado a amarle.

    Con mi ordenación me incorporo a esta familia que es la Comunidad Apostólica para servir desde el ministerio a cuantos lo requieran. Y lo hago desde la certeza de la acción legitima propia de la sucesión apostólica y, como no, de la inagotable imaginación de Dios.

    La fundación de un nuevo movimiento espiritual en la Iglesia es un don de Dios llamado carisma. Tal carisma no tiene primariamente por finalidad el crecimiento espiritual de la persona que lo recibe, sino más bien el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El problema es que a veces no creemos en "la" Iglesia, sino en "mi" Iglesia. Y la Iglesia es una, es santa, es católica y por lo tanto es universal. Una sola Iglesia (y no me cansare de decirlo) con diferentes formas de vivir esa misma Fe. Por eso es una acción salvífica destinada, por pura gracia, a la atención espiritual y humana de una porción del Pueblo santo de Dios que ha sido rechazada.

    Josemaría, nuestro querido Josemaría, me preguntaba un día que plan tenía para mi ministerio. Mi respuesta sigue siendo la misma: dejarme sorprender por Dios con lo que cada día me ponga delante.

    Le doy gracias siempre a Dios por cómo ha acompañado mi vida, por las muchas personas que ha puesto a mi lado a lo largo del camino. Toda la vida me ha mostrado que Dios es bueno y que prepara el camino para cada uno de nosotros. He recibido muchísimo, he dado lo que he podido. Y de verdad estoy contento, ante Él.

    Para terminar me he permitido tomar prestado un párrafo de una carta que escribía hace unos meses a un hermano:

    “De pocas puedo ponerme como ejemplo. Y sin embargo, en medio de todos mis errores personales, pienso que puedo ponerme de ejemplo de hombre que sabe querer. Vuestras preocupaciones, vuestras penas, vuestros desvelos son para mí una continua llamada. Querría, con este corazón mío de padre y de madre, llevar todo sobre mis hombros.”

    Gracias a todos. Y no os olvidéis de rezar por mí.

    Publicado hace 9 años #
  3. En arje
    Moderador

    Gracias, Jordi, por esas palabras tan tangibles y reales. Ya puedo decir que he estado en un pontifical y no me he aburrido con la homilía del obispo, ja, ja, ja...

    Gracias, Dorian, por esas palabras sobre la Iglesia. Ojalá tomemos conciencia de que nadie somos imprescindibles, a la vez de que tod@s somos muy necesarios. No me refiero a sincretismos superficiales, ni a manterer rígidas barreras de estado; sino de crecer desde la diversidad en armonía, desde lo que cada uno de nosotr@s somos(que somos de nuestro padre/madre) hacia la unidad que llevamos inscrita en lo más hondo de nuestro ser. Empezando por nosotros mismos, y extendiéndolo hacia la comunidad; y de ahí al resto del mundo.

    En comunión de oraciones.

    Publicado hace 9 años #
  4. jose ruben
    Miembro

    Me he emocionado tanto como no tienen una idea, me alegra, que bella homilía.

    Publicado hace 9 años #
  5. Un texto precioso... Yo aún ando flotando... Ya la he copiado y la imprimiré para orarla, rumiarla, dejar que vaya penetrando como norma de vida...

    Un abrazo, y gracias, Jordi

    Mudejarillo,
    País Vasco

    Publicado hace 9 años #
  6. Lo estaba dudando pero, ea, voy a poner el texto que había preparado y que no terminé de leer... por si a alguien le sirve...

    Acción de Gracias Ordenación Presbiteral
    Zaragoza, 12 de Octubre de 2015

    “No diré nada que no haya visto por experiencia”
    Teresa de Jesús, Camino, prólogo, 3

    La verdad es que no sé por dónde comenzar... Estar aquí en Zaragoza, en la fiesta del Pilar para recibir el ministerio presbiteral me descoloca… Y, sin embargo, no hay nada más sencillo que hacerlo “desde los principios”… Desde que yo recuerde, mi vocación sacerdotal ha estado ahí, siempre, acompañándome en todo momento. No diré que jugaba a ser cura, eso no, pero sí que desde muy niño eso era lo que quería… Y lo tenía tan claro… Luego, la vida va siguiendo sus pasos caprichosos y uno va tomando decisiones que te apartan del camino directo: fue llegando el deseo de ser profesor y su materialización, mi primera novia, el primer novio y la salida del armario… Duro fue el camino de aceptarse como creyente y homosexual, largo, llorado, orado, discernido… la entrada en el Noviciado de la Compañía de Jesús, aquí en Zaragoza… la salida … Un último intento, aquí en Zaragoza de estudiar en el seminario… La vuelta a casa y conocer a I. mi marido, lo mejor que me ha pasado en la vida… y ya son 25 años… ¿Puede resultar extraño que uno pueda decir “Misericordias Domini in aeternum cantabo”? Y sin embargo hay más…

    Vino luego el encuentro con el Foro Cristianos gays, conocer a nuestro entrañable fray Bernardo, los comienzos, los cuatro gatos que entraban y, como uno ya había desistido de su vocación sacerdotal, se conformaba con este servicio diario de la web… los primeros escarceos con la CAFA, la dedicación plena a la web que tanto ha aguantado mi marido… ¡Gracias por tu santa, enorme paciencia! Hasta que la Providencia puso en nuestro camino a Dorian que ha sido el medio ideal para hacer verdad la misericordia del Padre... la Comunidad de Zaragoza…

    El caso es que Dorian, y yo hemos pasado horas (en las sucesivas visitas a Zaragoza y por el teléfono) hablando y reflexionando acerca de nuestras respectivas vocaciones sacerdotales... Yo ya lo daba por perdido, como es lógico, bueno, no sé si la palabra lógico es la más adecuada hablando de lo que hablamos... Y apareció la CAFA… Y Dorian me soltó lo que me soltó unos días antes de ir a Barcelona. Su idea era que nos viéramos pero fue imposible... Mi reacción, fue la de soltar una carcajada, que al principio creo que le dejó estupefacto... pero había un motivo, y ese era que llevaba una temporada leyendo testimonios de hermanos que habían sido ordenados, en diferentes partes, algunos a través de la Iglesia veterocatólica y que estaban haciendo un magnífico apostolado inclusivo... Me reí porque lo que le contesté fue que "eso" era lo que ansiaba desde hacía tiempo pero que no sabía cómo... hablamos largamente de su decisión... A partir de ahí, siguieron unos días de un sin vivir que ha dejado sus secuelas físicas… poco dormir o con un gran bulle bulle, mucha oración antes de ir al trabajo... demasiadas preguntas ante el sagrario… Y miedo, mucho miedo… Pero para todo tiene respuesta Teresa de Jesús hablando de la vocación de sus religiosas y el inicio del camino espiritual que han ido sofocando todas las reticencias:

    Así le escribía a María de san José (24 de junio de 1579, núm.3): “Y vuestra reverencia, mi hija, déjese de perfecciones bobas en no querer tomar a ser priora. Estamos todas deseándolo y procurándolo, y ella con niñerías, que no son otra cosa”… Fue leerlo y quedarme helado… Y sigue con sus monjas:

    “Ahora, tornando a los que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como muchas veces acaece con decirnos: «hay peligros», «fulana por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones», «mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces», «basta el Paternóster y Avemaría»….

    Así que, hermanas, dejaos de estos miedos. Nunca hagáis caso en cosas semejantes de la opinión del vulgo. Mirad que no son tiempos de creer a todos, sino a los que viereis van conforme a la vida de Cristo. Procurad tener limpia conciencia y humildad, menosprecio de todas las cosas del mundo y creer firmemente lo que tiene la Madre Santa Iglesia, y a buen seguro que vais buen camino. Dejaos -como he dicho- de temores, adonde no hay qué temer. Si alguno os los pusiere, declaradle con humildad el camino. Decid que Regla tenéis que os manda orar sin cesar -que así nos lo manda- y que la habéis de guardar. Si os dijeren que sea vocalmente, apurad si ha de estar el entendimiento y corazón en lo que decís. Si os dijeren que sí -que no podrán decir otra cosa-, veis adonde confiesan que habéis forzado de tener oración mental, y aun contemplación, si os la diere Dios allí.” (Camino de Perfección 21, 2.10)

    A partir de ahí, esto es lo que sentía, seguir los pasos de Dorian y poder ordenarme junto a él aquí, en Zaragoza... Lo hablé largamente con él y con fray Bernardo que lo esperaban y lo veían como el paso lógico y necesario... Ellos parecían verlo mejor que yo que me rebelaba y me sometía, me rebelaba y me sometía... Días de más de una lágrima y de oración profunda... Especialmente hace unos días en la capilla ecuménica del Consejo Mundial de las Iglesias… Y allí pensaba que nosotros estamos realmente haciendo, desde una pequeña porción del pueblo de Dios, un verdadero ecumenismo juntando a personas de diferentes tradiciones, unidos por nuestra común condición de personas creyentes y LGTB…

    Me rebelaba, pero por otra parte veo a tantas personas, LGTB, o no, que andan "como ovejas sin pastor" y que han dejado de ir a la Iglesia por verse rechazados. Parejas gays que cuando era yo el único que casaba en el ayuntamiento me preguntaban dónde poder hacer una ceremonia religiosa, grupos de Jesús, al estilo Pagola, que buscan alguien que les acompañe... Una pareja amiga a la que casé y que se me acercan con el deseo de caminar juntos...

    Lo hablé con I., mi marido y él, ahora sí… lógicamente, me apoya y me dice que lo que yo haga está bien y que estará siempre a mi lado… Mi madre que me besó las manos, A. y P. que lo ven tan claro y que me quieren, tantos amigos que estáis aquí, querido G.…

    Y esto es lo que hay…

    Pero esto no hubiera sido posible sin la oración que desde hace años me acompaña… en la capilla o entre los pucheros… En la web con sus textos y fotografías… Una oración que me ha hecho ver a ese Jesús humano que me acepta como soy y que me llama a trabajar por el Reino de Dios y por los más pequeños, pobres y desfavorecidos:

    “Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que, aunque era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas caídas por el primer pecado que Él había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es señor. Porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades postizas: ha de haber horas de hablar y señaladas personas que los hablen; si es algún pobrecito que tiene algún negocio, ¡más rodeos y favores y trabajos le ha de costar tratarlo! ¡Oh que si es con el Rey!, aquí no hay tocar gente pobre y no caballerosa, sino preguntar quién son los más privados; y a buen seguro que no sean personas que tengan el mundo debajo de los pies, porque éstos hablan verdades, que no temen ni deben; no son para palacio, que allí no se deben usar, sino callar lo que mal les parece, que aun pensarlo no deben osar por no ser desfavorecidos” (Vida 37,5)

    “Más que nosotros de maña y con cuidado nos acostumbremos a no procurar con todas nuestras fuerzas traer delante siempre –y pluguiese al Señor fuese siempre- esta sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le parece anda llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano, que éste es el otro inconveniente que digo hay. El primero, ya comencé a decir es un poco de falta de humildad de quererse levantar el alma hasta que el Señor la levante, y no contentarse con meditar cosa tan preciosa, y querer ser María antes que haya trabajado con Marta. Cuando el Señor quiere que lo sea, aunque sea desde el primer día, no hay que temer; mas comidámonos nosotros, como ya creo otra vez he dicho. Esta motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para querer aprovechar en la contemplación hace mucho daño.
    Tornando al segundo punto, nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles estando en la tierra –y tan en la tierra como yo estaba- es desatino, sino que ha menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario. Ya que algunas veces el alma salga de sí o ande muchas tan llena de Dios que no haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan ordinario, que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre, es muy fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro se pueda.

    Para esto es bien lo que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos nosotros, que, para más sufrir, Él nos dará mejor la mano que nuestra diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene y que quiere el Señor sacar el alma de sí, como he dicho. (Vida 22, 9.10)

    Mostrándo claro quiénes somos, cómo somos, Quién es Él, cómo es Él:

    “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para tal Señor; y que sois vos parte para que este edificio sea tal… y que en este palacio está este gran Rey, que ha tenido por bien ser vuestro Padre; y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón.
    Parecerá esto al principio cosa impertinente -digo, hacer esta ficción para darlo a entender- y podrá ser aproveche mucho... No nos imaginemos huecas en lo interior… tenemos tal huésped dentro de nosotras.

    Reiránse de mí, por ventura, y dirán que bien claro se está esto, y tendrán razón; porque para mí fue oscuro algún tiempo. Bien entendía que tenía alma; mas lo que merecía esta alma y quién estaba dentro de ella, si yo no me tapara los ojos con las vanidades de la vida para verlo, no lo entendía. Que, a mi parecer, si como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con El, y más procurara que no estuviera tan sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida… Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de hacer grande este palacio.

    Y como Él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo.” (Camino de perfección 28, 9-12)

    Después de esto… como negarse a responder con un Si confiado para poder decir con la esposa del Cantar de los Cantares: ¡Llévame en pos de ti, correremos al olor de tus perfumes (Cant 1,3), oh esposo celestial! Correré, y no desfalleceré, hasta que me introduzcas en la bodega (cf. Cant 2,4), hasta que tu izquierda esté debajo de mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente (cf. Cant 2,6), para ¡Que me bese ardientemente con su boca! Porque tus amores son más deliciosos que el vino (cf. Cant 1,1-2).

    En fin, no creo que haya más que decir… sí, por supuesto… ¡Gracias! Gracias a vosotros, por estar aquí, gracias a los que no han podido venir, como mi madre, por su oración y cariño, gracias al Padre que ha sido capaz de no olvidar la llamada primera…

    Y vosotros y vosotras recordad este momento, sabiendo que yo he grabado indeleblemente vuestro feliz recuerdo en la tablilla de mi corazón como recuerda el libro de los Proverbios, 3,3: “No abandones nunca el amor y la verdad; llévalos contigo como un collar. Grábatelos en la mente, y tendrás el favor y el aprecio de Dios y de los hombres; pues como recuerda 2 Cor 3,3 “sois claramente una carta escrita por Cristo… una carta escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente; una carta no grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos” por eso, desde ahora os tengo por tanto, por los más queridos de todos."

    Un abrazo

    Publicado hace 9 años #
  7. Risco
    Miembro

    ...gracias, hermanos, me siento vivo, gracias, gracias a Dios... p&b...

    Publicado hace 9 años #
  8. Daniel Valero
    Miembro

    gracias hermanos por estos días tan maravillosos que hemos pasado, como María, guardaré todas estas cosas en el corazón para que vayan alimentando la llama diaria del amor.
    Abrazos

    Daniel
    Asturias

    Publicado hace 9 años #

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