SOLEDAD ACEPTADA O NO ACEPTADA.
Hoy en el telediario de la primera se ha hablado de la soledad como la mayor lacra de nuestro tiempo. Ya decía A. Machado:” Por mis soledades voy de mis soledades vengo que para hablar conmigo me basta mis pensamientos”.
De soledad los homosexuales sabemos mucho, ya en nuestra niñez y adolescencia la hemos experimentado al sentirnos diferentes de nuestros compañeros heterosexuales, cuando no, aunque no es mi caso, por esa diferencia hayan sido objeto de buling. No me refiero a estos casos, que cuando no menos son objeto, según nuestras leyes, de delito y en algunos casos de cárcel. Yo he presenciado varios episodios de este tipo en nuestros campamentos, colegio y colegio mayor; y da la casualidad que los que los provocaban eran los que más tenían que callar.
Me refiero al hecho de que el homosexual a media que va madurando se va aislando, se va sintiendo mas al margen de los compañeros de su generación y no digamos cuando sus amigos y amigas se casan, entonces el gay se encuentra solo, aislado. No es raro ver a homosexuales solitarios paseando solos.
Hay soledad que viene con la vida, por ejemplo mi padre al morir mi madre, cuantos viudos y viudas hay. Otros que no se han casado porque no han querido o porque no han encontrado a a la pareja ideal, en este caso hay que aceptar la vida tal y como viene.
Hay gente que vive sola porque le gusta, en su soledad encuentran la creatividad. A mi, incluso me gusta encontrar momentos de soledad para reflexionar, orar, encontrarme conmigo mismo y hacer un alto en el camino.
Hay soledades, sin embargo, que son impuestas. Cuando a los homosexuales se les niega el derecho a formar su hogar, su familia. Entonces la soledad es aplastante, corrosiva, destructiva buscando sustitutos que nunca podrán llenar ese vacío. En mi anterior artículo decía que cuantos homosexuales, sobre todo lesbianas, buscan llenar ese vacío con reunionitis cristianas que no conducen a nada, con actividades culturales de las cajas, de los ayuntamientos, de las bibliotecas, conciertos, que en muchas ocasiones son auténticos petardos. Los hombres, gays de bar en bar, algunos, bebiendo. Cuantos alcohólicos hemos visto en nuestras filas o adictos a los ansiolíticos, prozac etc. Me decía un amigo mío, en una convivencia, que para él las vacaciones eran un suplicio, y así era.
Y hay otra tipo de soledad, más dura aún, cuando estás en el armario. Estás rodeado de gente, gente a la que quieres, gente con la que compartes parte de tu vida, pero no hay puentes como dice Francisco, hay un muro infranqueable que te impide mostrarte tal y como eres. Solo, entre la gente, eso es insoportable, indescriptible. Y ante esto el gilipollas beatón, que confunde la cruz con la imbecilidad, te dice acepta tu cruz. Todos tenemos nuestra cruz, todos tenemos situaciones, hecho en nuestra vida que nos impiden caminar por un sendero de liberación y de encuentro con Dios, y con los demás, de las que nos tenemos que desprender para resucitar. No hay cruz sin resurrección.
Hermanos la soledad impuesta, no sobrevenida o aceptada, corroe y destruye. Extendamos nuestras manos como el buen samaritano a quien está partido por la soledad o presos de perjuicios bobos.
Un abrazo
HILARIO