Para los primeros creyentes, la Euracistía era una vivencia anticipada de la fraternidad del Reino.
Durante muchos años, se nos ha insistido tanto en la dimensión sacrificial de la aucaristía que "el santo sacrificio de la misa" nos puede hacer olvidar otros aspectos no menos importantes de la cena del Señor.
Quizá tengamos que recuperar la Eucaristía como signo de la comunión y fraternidad que debemos buscar entre nosotros.
La Eucaristía tendría que ser para los creyentes una invitación constante a crear fraternidad y vivir compartiendo lo nuestros, aunque sea un poco de los dos "panes y cinco peces que tenemos".
Debemos preguntarnos que relación existe entre aquellos que la celebramos. Como "signo de comunión fraterna", la eucaristía se convierte en burla cuando participamos creadores de injusticia,los que se aprovechan de los demás y los marginados, sin que la celebración parezca cuestionar seriamente a nadie.
Cuando no hay justicia, cuando no se vive en solidaridad,la celebración queda vacía de sentido.
No tenemos que esperar a que desaparezca la última injusticia para poder celebrar nuestra Eucaristía. Pero tampoco podemos seguir celebrándolas sin que nos impulsen a comprometernos en la lucha contra toda injusticia.
YOEL. Valencia.España