El Abad Ferran y el joven iban tan ensimismados que al entrar en aquella calle no vieron la señal de callejón sin salida que estaba en la boca calle. Cuando vieron que no podían seguir el Abad dijo.
En la vida hay muchos caminos que no llevan a ninguna parte. Los tomamos creyendo que nos conducen a la felicidad, pero no es cierto. Hay quien toma el camino del trabajo. Se esfuerzan en ser grandes profesionales, eficaces y eficientes... Pero un día todo se derrumba. Llega un joven al que creen mejor preparado y a él lo arrinconan. O la empresa que habían montado con tanto esfuerzo deja de ser competitiva.
El joven asentía sin decir nada.
Otros toman el camino del activismo. Hacen muchísimas cosas. Creen que así los problemas se esfuman: pero las heridas siguen ahí, abiertas, tras la nube de actividad. Tarde o temprano vuelven a aparecer...Y así podríamos ver otros callejones sin salida: la preocupación por el cuerpo y la imagen que, pese a todos los esfuerzos, el tiempo irá degradando. El dinero, el poder, la política...Todo se derrumba un día y nos damos cuenta que hemos caminado en vano...
Miró al joven y concluyó sonriendo:
- El verdadero camino, el camino abierto, es el que conduce a los otros, que en definitiva es el que conduce al Otro. Esos otros cercanos,los que nos rodean, y aquellos que no conocemos, pero a los que podemos ayudar. El verdadero camino es entregar la vida al Otro a través de los otros...
Y el joven no pregunto nada, por que sabía que el Abad Ferran hablaba de Dios y de los hombres...
fr. Bernardo YOEL.cg. Valencia.Españd