El tema de la sexualidad atrae y asusta a la vez. Se habla con frecuencia de ello, pero normalmente en son de chiste, raramente en una conversación seria. Y aun en esos casos, normalmente la conversación se eleva al mero plan teórico. De este modo la sexualidad queda relegada al lugar de los pequeños y grandes secretos. Comunicarle a un amigo algo de este mundo significa darle muestras de absoluta confianza.
Se podría decir que nada es tan deseado y tan temido como la sexualidad. Es símbolo de la felicidad y del tabú, de la libertad y la represión.
Tan importante es la sexualidad, que dominar a una persona en la sexualidad es tenerla dominada en todo lo demás. Por eso interesa tanto a políticos y eclesiásticos el asunto sexual, aunque a primera vista no lo parezca.
A pesar de su importancia, posiblemente sabemos muy poco de lo que Jesús y su Evangelio nos dice acerca de la sexualidad. Y es posible que en este punto nos encontremos con sorpresas.
En el Evangelio de la sexualidad no es un tema obsesivo. Si repasamos el Evangelio página a página apenas encontramos nada que trate directamente sobre la sexualidad. El silencio sobre el tema es tan sorprendente que resulta casi chocante. Sólo podemos encontrar alguna cosa suelta y meramente ocasional.
A los Evangelios no parece importarles demasiado si los apóstoles son o no casados. El Evangelio no habla expresamente de cosas tan importantes como la cuestión del celibato de Jesús y sus apóstoles. Algo raro ha ocurrido en la iglesia, pues lo sexual, tan secundario en el Evangelio, lo ha invadido todo. Hasta el punto que se desciende a regular los más mínimos detalles de la vida sexual, de forma que para muchos cristianos se ha convertido en lo único importante.
Si a Dios le hubieran molestado los problemas de la sexualidad, Jesús nos hubiera advertido de ello.
YOELcg. Valencia.España